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jueves, 11 de febrero de 2016

Aguanta, Tsipras, que me estoy probando el smoking

   


   Como vemos, es que P Ig se atreve con todo. Lo de calzarse el smoking para acudir al Fiestorro elitista de los Goya (ese descarado Sindicato Vertical del Cine que de las millonarias corrupciones propias sobre los lomos del contribuyente a través de miles y miles entradas falsas guarda una mafiosa ley del silencio) adquiere, lo quiera él o no, lo quieran sus seguidores o no, valor de símbolo: el que refleja su esencial falsedad, pues supone aceptar y difundir los emblemas de las clases dominantes.
     No, la gente no se viste así, con esos horribles pingos, de sobra lo sabe P Ig. (Qué habrán pensado al verle de esta guisa, los alegres camaradas aquellos de las mariconadas del teatro y la justicia proletaria). No se entiende bien entonces por qué, cuando ha sido precisamente el vestirse como el común lo que otorgó a sus demagogias leninistas credibilidad, se pliega ahora P Ig a esa etiqueta elitista, a esa divisa por antonomasia de las clases pudientes. ¡Les habría proporcionado además a los Superprogres forretis del Cine la dorada oportunidad para siempre ya de repartirse los parabienes –y los bienes anejos a los mismos- en un humilde sarao y disfrazados de personas normales, y no con ese uniforme de pingüinos ricachones que sólo remeda a los patricios yanquis de Hollywood. ¿Por qué entonces replicar y proponer ahora los estilemas favoritos de las clases acaparadoras?
   Contiene también el smoking de P Ig algo de trágala hacia los suyos, hacia esas masas insomnes que como al de Hamelin lo siguen, de prepararles el estómago para lo que venga: si tras enfundarse el smoking, símbolo por excelencia y marca por antonomasia de la Clase más cruel, siguen creciendo sus votos, no hay duda, estamos ante un Gran Timonel.
   Puede que a los que naturalmente repugne la imagen de mi Coletas-en-smoking recuerden también las apocalípticas interrogaciones –que precisamente el smoking desvela como insinceras- sobre las que P Ig como la espuma de la ola que ahora: Oigan, con el Pastizal que costó el Fiestorro de los Goya, díganme, ¿a cuántos niños hambrientos, a cuántos viejos agonizantes, a cuántos desesperados suicidas habría podido salvarse?   
    
        
    
    
    

  
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4 comentarios:

Anónimo dijo...

La perfección no existe pero usted la persigue cada día.
Magnífico post!!

Anónimo dijo...

Me encanta como escribe, como puedo comprar su libro?

xad dijo...

Salvar? Donar el dinero del fiestorro para buenas obras? Anda ya! Con lo caro que cuesta quitar arrugas y lucir prendas, aparte de meter buenos euros en los bolsillos y sacarlos solo cuando no te entren más porque ya no valgas, y reclamar residencias para pasar sus últimos días porque no tienen donde caerse muertos la mayoría de ellos.
El P.Ig un impresentable más entre los muchos impresentables asistentes al acto (que no vi) pero que seguro fueron muchos.
Saludos.

José Antonio del Pozo dijo...

Muchas gracias: es muy sencillo. Escríbame a josemp1961@yahoo.es y le diré cómo hacer para enviarle, personalmente dedicado, mi libro. Gracias