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viernes, 12 de febrero de 2016

Soñé que Sabina y Serrat se convertían en Lady Gaga y Beyoncé

        


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   La devoción formal, la entrega y el íntimo entusiasmo con el que los más importantes artistas norteamericanos, en las más simbólicas y cruciales ocasiones para ellos como nación, se ofrecen a cantar para todos su himno, mueven a admiración, claro, en la medida en que esa práctica continuada en ellos, los depositarios de tantísimas adhesiones emocionales, es la argamasa ideal que por encima de muchas mayores diversidades de todo tipo –sociales, étnicas, generacionales, geográficas, vivenciales, religiosas-  que las que podamos en España conocer, les mantiene cohesionados en esa emoción como multimillonario grupo social, capaces de soportar una convivencia y un futuro compartidos.

    La última ha sido la impar Lady Gaga en la gran final de la Superbowl, con una ejecución tan limpia como arriesgada y vibrante, brillantísima, que a todos dejó boquiabiertos. Como en la ceremonia de posesión de Obama igual Beyoncé hiciera. Así es que, conmocionado uno un poco también por el ejemplo, a la noche soñé, bendita ilusión,  eso, que en la próxima Final de la Copa del Rey de España, de pronto al centro del campo saltaran Serrat y Sabina por los hombros enlazados, y que ante el general respeto, se atrevieran con el corazón en la mano a entonar el lalalá del himno español, o el España camisa blanca de mi esperanza, aquí me tienes nadie me manda, quererte tanto me cuesta nada… de Blas de Otero.  

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