Por la viscosa rampa cuesta abajo
de la regresión cultural que la fusión de la Telebasura (relato hoy dominante)
y la instantaneidad de las redes sociales procuran, más allá del homo
gañanis, un nuevo y bilioso engendro asoma sus mefíticas fauces: el homo
odiator, o hater, como
repiten hoy los loritos anglófilos a la última.
Al cabo el homo gañanis contentáse en el bajuno solaz que le proporciona
autocontemplarse en la molicie de esa burricie en que consiste. Un paso más
allá, un paso más abajo, el homo odiator se complace en escupirle su esencial ponzoña
a aquel que en el fondo admira. ¡No se ocuparía tanto en espetarle y esputarle
su veneno de no ser así! Suele concentrar su verduzca descarga el homo
odiator, que jamás por sí mismo construye nada, en tal o cual Famoso,
en cuya mortificación cree ver el sentido de su existencia. ¡Qué decir ya
-salvo anotar que estamos ya ante el culmen del patetismo- de ese homo
odiator que como víctima de sus gargajos elige a alguien tan
desconocido e insignificante como él, pero que al menos algo por sí mismo crea.
El homo odiator consiste, claro, en su odio. Entre los desagües
malolientes de las redes, sobrevive
amancebado con su odio. Entre todos los posibles elige un avatar horripilante, de una convulsa fealdad extrema, como
delatando en el lance aquel viejo adagio de que es la cara el espejo del alma,
salvo que llamar alma a la vesícula
purulenta que les anima no parece justo a esa hermosa palabra. Nunca a sus regüeldos le ponen su nombre, ni siquiera el de otra persona,
cualquier nombre que pudiera responsabilizarse y hacer suyo y soportar sus detritus. Eligen para sí un alias,
horrendo también la mayoría de las
veces, a juego con lo repugnante de su avatar, para que la fealdad en ellos mal
se remate. Eligen por último a su víctima… ¡y a odiar! A secretar una y otra
vez sobre ellos, como los virus malignos, el elixir del odio que les reconcome.
¿Tratar de dialogar con ellos?
Imposible. No atienden a razones, por supuesto, pues les atraviesa a ellos de
punta a punta, no una locura inofensiva y näif,
no, sino la misma locura del odio. ¿Ofrecerles
unas palabras? Absurdo. Las utilizarían sólo, en una fotosíntesis funesta, para
alimentar el torvo odio que les mantiene reptiles. Casi consigue el homo
odiator que el homo gañanis nos caiga bien, no te
digo más.
"Disfruté mucho con las Historias. Sigue escribiendo", me dijo Urdaci también.
¿Tienes que hacer un buen regalo? ¿Te
gustaría leer y tener mi libro?
LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON INFULAS
154 pgs de humor, amoríos, aventuras e ilusiones.
Personalmente dedicadas. Puedes pedírmelas aquí, o escríbeme a josemp1961@yahoo.es Puedes también pedir mi libro en una librería y que ellos me contacten en josemp1961@yahoo.es Es muy sencillo. En España: 10 E por correo ordinario, 15 E por correo certificado.
LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON INFULAS
154 pgs de humor, amoríos, aventuras e ilusiones.
Personalmente dedicadas. Puedes pedírmelas aquí, o escríbeme a josemp1961@yahoo.es Puedes también pedir mi libro en una librería y que ellos me contacten en josemp1961@yahoo.es Es muy sencillo. En España: 10 E por correo ordinario, 15 E por correo certificado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario