No sé a qué viene tanto escándalo
–es un es-cán-da-lo- con el Chaletazo –oh, ese finísimo mármol travertino para
las deposiciones, ahora que tanto hablamos de merde- y la Parcelita que
P Ig se ha apalancado en la Sierra
Madrileña: sólo es comunismo en estado puro. La propiedad es un robo, vale, lo
que quieras, pero la Política –nos lo enseñó P Ig- es cabalgar contradicciones, qué pasa. ¡Es el comunismo,
estúpidos! ¡Es el comunismo! De toda la vida de Marx –ya desde la criada que él mismo se “beneficiaba”, ya desde el
Pastizal que sobre el sudor ajeno Engels
amasaba-, siguiendo por Lenin,
Stalin y tal pascual, toda la Nomenklatura –esa otra Casta- de los Jerarcas
Comunistas, en tanto que omnisciente Vanguardia de la clase obrera, gozaron
siempre de espléndidas Dachas, o
Casoplones, en las que opíparamente disfrutar sus materiales Privilegios. La
Igualdad, vale, que sí, pero como ya apuntó Orwell en su célebre Animal Farm, ocurre siempre en el
Comunismo que unos son más IGUALES que otros. Nada nuevo, bajo el sol
comunista, pues, el Pelotazo de P Ig que
ahora nos entretiene.
Recapitulemos entonces, que la Historia –Marx dixit- se repite como farsa: Podemos, con P Ig al
frente, se presentó en diciembre de 2015
a sus primeras elecciones generales. Capitalizó sobre sí –ahí su mérito- el
clamor de la Indignación masiva contra la
Casta y los Desahucios. OTRO MUNDO ES POSIBLE, SÍ SE PUEDE, clamaban y proclamaban. En
este Sistema inmoral y monstruoso, genocida, los ricos son cada vez más ricos y
más pobres cada día los pobres. ¿Hemos de recordar las líneas más gruesas del Apocalipsis
–crisis humanitaria, niños famélicos, viejos suicidándose- que nos presentaban,
al que nos enfrentábamos? Dos años y
medio después, en este mayo del 2018, que tanto rima con el mítico y libertario
mayo del 68, P Ig tiene ya su Dacha. Bajo los adoquines, la Dacha. Sí se puede.
Ladies and gentlemen, es... el Comunismo.
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