Pusieron la otra noche “Tarde
para la ira”. Es una película absorbente, abrasadora. Habría tantas cosas
que ponderar de ella, tantas claves en ella a desentrañar y detallar, tanto
sobre su admirable forma como sobre su turbio fondo, por encomiar. Con sumo
gusto lo haría, si no fuera el Internet tan cruel con los textos largos, si,
ay, hallara más eco este escritor sin Nombre a lo que aquí propone. En fin, me
contentaré con glosar un, para mí, maravilloso y muy artístico detalle. Uno de
los pocos peros que a la película pueden ponérsele es el no del todo bien elaborado
arranque de la relación sentimental entre Jose
y Ana, los dos protagonistas. Debería, creo, haber estado un pelín más
trabajado argumentalmente, para acabar de creérnosla por completo. Con todo,
tiene un momento preciosísimo: tras
muchos días de sólo miradas y monosílabos, él, callado, normalito, la sigue
hasta un pub. Ella sabe que le gusta, y rehén de la angustia vital que la
oprime, -de la que forma parte un novio recluso y violento-, con unas copas de
más encima, en ese evasivo ambiente consiente en aventurarse con él. Suena una apasionada rumba, “quiero… estar bajo la luz de tu mirada…
mañana, tarde y noche y madrugada… eternamente a solas tú y yo… pero mira
quiero… ay que vaya este romance junto al viento… y sepan mi locura y mi
tormento…”, sale ella a su encuentro, le enfrenta los ojos. Es con el alma
con lo que le sonríe a un palmo. Le embroma, “bueno, qué bajito”,
constatando su desigual estatura. Y entonces, sin dejar por un momento de
mirarle, en medio de la pista abarrotada, se quita ella los zapatos de tacón
ante él -al hacerlo se acercan más sus labios y sus ojos, que ahora le brillan-
y sonriente le dice “mejor”, mejor así, están ya iguales, a un mismo nivel, y
embarcándole y envolviéndole por completo con la mirada frontal, sin rozarle, empieza
a sólo muy levemente bailar ante él y para él esa rumba. Es un momento mágico
este en el que ella se descalza ante él, que a cualquier hombre no muy alto
allí mismo hubiera derretido, menos a este Jose, encenagado en la torva espiral
de la venganza. Momento para la ternura, pues, en esta densísima “Tarde para la ira”.
José Antonio del Pozo ha indagado
sobre esa fuerza indomable que como dijo Dante mueve el sol y las estrellas: el
Amor. En estos relatos explora a conciencia las cumbres y los páramos a que
interiormente el amor nos arroja, se aventura en la expresión de la condición
humana enamorada.
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