Bien sencillas son, claro. Por
supuesto, cada persona, una a una y de una en una, que me solicitó mi libro,
con ello me proporcionó una alegría tan grande que sólo yo me sé. Especialmente,
claro, quienes probaron con mi primera obra… y repitieron con la segunda. Me
llenaron así de fuerza y de ilusión como persona. Me hicieron sentirme escritor
de verdad. Gracias de corazón. Algunas se molestaron además en escribirme todo
lo que mis libros les habían gustado. Algunas me pidieron algún ejemplar más
para regalar a sus amigos. Llevo esos nombres, esas personas, uno a uno,
grabadas en el alma.
A todo el mundo no puedes gustar, es evidente. De hecho gustas sólo a
unos pocos, que son quienes de manera sincera te valoran y estiman. Mis mayores penas como escritor van con
quienes probaron mi primer libro… y, por las razones que sean, no repitieron, a
pesar de que, me consta, aquel les gustó e incluso me animaron con un segundo.
Que me siguen leyendo aquí. Personas a las que que con frecuencia “les gusta” lo que a
diario das, que así te lo indican, pero de quienes no consigo, por causas que se me escapan, su
verdadero impulso a mi obra escritora. Tampoco pido tanto, ¿no? De quienes
engañaron al escritor sin Nombre, de quienes faltaron a su palabra conmigo, de
esos ni hablamos. Así es la vida, mon amis.
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