A algunos/as les favorece la mascarilla, e vero. Como el hiyab, concentra y encañona todo el misterio del rostro sobre los ojos, en su juego y en su vuelo. Pero, ay, nos perdemos el cielo con estrellas de los labios y la boca entreabriéndose. Peste, mascarilla, hiyab, no tocarse, de abrazarse ni hablamos, miedo, supersticiones, milenarismo... hacia una Edad Media 2.0. parecemos ir. Agobiados por las penosas y profilácticas servidumbres que la covid-19 nos impone, estos contactos plastificados y de soslayo, acaso más frustrantes aún. ¿Hasta cuándo no podremos abrazar a los amigos/as en condiciones, como debe hacerse, estrechándoles con nuestros brazos, dándonos y dándolo todo en el envite? Ah, miseria porquísima, esto no es vida; es sólo un pésimo sucedáneo.
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