Hay un relato de Carver, sin alma, como casi todos los suyos, (pues el dirty realism refleja tanto que acaba proponiendo unos modelos humanos grises y planos hasta decir basta) en el que cuenta, sin ninguna emoción, una episódica relación adúltera. El detalle a mi juicio potente del mismo es que la mujer tiene en su casa un gato, que por allí ronronea y trastea, testigo mudo del casi sórdido -por rutinario, por frío, por soso- forcejeo de los cuerpos. Bueno, pues llega el tío, mira al gato, y sin protesta ni comentario alguno de la mujer aquella, va y lo encierra en el cuarto de baño antes de proceder a la triste coyunda. No pasa nada más -o al menos no lo recuerdo yo ahora, porque el dirty realismo va de eso, de esa desolación aplanada en la que nunca pasa nada salvo la insoportable grisura de sus "héroes", pero el detalle del gato encerrado -pobre gato castigado, tristón y azulón en aquel wc confinado, mientras al lado bufan un poco los otros dos- no deja de cargar de tensión, e involuntariamente de mil expresivas significaciones, entre poéticas y prosaicas, la cosa. Y como hablábamos de gatos, aquí te lo pongo yo, mon ami.
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