La pésima bromita del presentador y la irrupción y el subsiguiente guantazo, con fraseo de película tarantina tan a la moda incluido, de Will Smith desatado, reflejan y aumentan a la vez el Reinado de la Mugre –en las mejores sedas envuelto ahora- en que vivimos y su “homo gañanis” prototípico. Si uno de los principales referentes planetarios en la ocasión pública por excelencia actúa así, es decir, propone ese tabernario ejemplo de ser y de hacer, qué esperar o reclamar luego a sus masas adoradoras hiperconsumidoras de celebrities. Como se comprueba además, tan asocial proceder apenas conlleva sanción social en mundillo tan “comprometido” como políticamente correcto. Por supuesto, de haber sido blanco el Will Smith que zurra al presentador negro, mamma mía el gorigori que se habría montado. Y si, además de blanco, conservador, qué auto de fe desgarrador no veríamos. Ya dijo no ha mucho incluso el Papa, de alguna manera santificándolo, que si a él alguien le mienta a la madre, va él, ¡Él!, y le suelta un puñetazo. Cuánto mejor si la mujer aludida le hubiera a la salida con ingenio pedido cuenta pública al tonto por tan penosa gracieta.
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