El otro día leí que a no sé qué Celebritie macho –de esas que cuentan por millones sus fans en el Instagram-, adicta al sexo el pobre, tenían que ingresarle en una muy prohibitiva clínica para, a cambio de muchísimos dineros, de ese mal terrible tratar de tratarle, valga por esta vez la rebuznancia. No hace mucho Mel B, la célebre negrita de las SPACE GIRLS, en público confesó también su esclavitud de las drogas y el sexo, en fin, su internamiento en otra elitista Clínica. Tengo para mí, sin embargo, que la mejor manera de que desaparezca en alguien incluso la menor inclinación al sexo está más a mano, es mucho más sencilla y barata: váyase Mel B, y cualquiera, a una PLAYA NUDISTA y oblíguese a permanecer allí tres días. Ni aunque esté la misma cuajada de metrosexuales, fíjese lo que le digo. La exposición nítida, reiterada e inmediata del cuerpo y de los órganos sexuales acaba con las ganas del más salido (qué buena la expresión "estar salido") a partir de los 25 años. Precisamente el deseo sólo hierve, ruge y explota tras unas ropas cualesquiera, adecuada y oportunamente vestidas, eso sí, es decir, a medias de vestir en esa persona que como un imán tira de ti. Es esa insinuación, esa fantasía, esa promesa de plenitud, más imaginada que vista, la que te trae por la calle de la amargura, la que te lleva al jardín de la alegría, chica picante, que lo sabes tú de sobra.
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