Que los hados te sean propicios, se decía antes, cuando los griegos. Que los algoritmos te acompañen, cruzamos los dedos hoy, cuando los bárbaros. Que te lleven a quienes no teman los versos. Que la poesía no se pase de moda. Que tus seguidores, más allá del ME GUSTA virtual, de verdad te sigan. Que quienes te aprecian, lo hagan. Que los amigos lo sean, qué carajo. ¿Puede el escritor sin Nombre anhelar otra cosa?
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