No habrá ojos humanos que alcancen Fulgor comparable al de los ojos de Concha Velasco, carbones vivísimos prendidos desde el fondo mismo de sus cuencas. Todos los palos del Arte con que se atrevió, todos desde ellos los incendió, todos los bientocó. Trabajo y talento. Más esos ojos negros, diamantes chisporroteantes al sol de Castilla bruñidos. Hasta siempre, Concha Velasco.
(El halago debilita, que repiten y repiten y repiten, encantados de releerse, los Escritores Famosos. Es hipocresía de manual, claro. Los que de verdad debilitan, sobre todo al escritor sin Nombre, son el desprecio y el olvido).
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