Bastante nos ningunea ya de por sí la vida para que ni siquiera podamos en nuestra covacha enarbolar entre las manos, las mismas con las que escribimos, vibrante y pujante, sensible y patético, a la vez todo eso, el YO. "Impresionante marketing", me ponía aquí el otro día una persona, no sé con qué intención, pues nada más añadió. ¿Impresionante? ¿Marketing? Las palabras escritas, de la mano de un sin Nombre, no impresionan hoy NADA. Hoy impresionan, arrastran, vencen y convencen la Fama, lo Metrosexual, lo chusco Audiovisual. Más bien escribo yo con la autoridad que da el chasco carrasco, eso digo, con el prestigio que da el olvido de muchos "amigos" que me leen y que me siguen, que me prometieron pedirme mi obra y, ay, -se ve- lo olvidaron. Ergo, lo que se dice impresionar, mi ventanita aquí impresiona poco, y como decía el otro, lo poco que impresiona, lo impresiona poco. Así es que le daríamos entonces la vuelta al célebre agit-prop electoral: "¡ES LA POESÍA, SENSIBLES!".
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