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miércoles, 31 de octubre de 2012

¿Es que Woody Allen cobra por cenar con él?


   
     Pasmoso, desde luego, lo de Guardiola pidiéndose en el corazón del Imperio cenotear con Woody Allen (un provincianismo forretis similar al de Big Garzón cuando anduvo de parranda con Kissinger), pero, ¿no resulta más pasmoso aún el que W Allen aceptase el cenoteo? El mismo Señor que el día que le entregaban un Oscar se fue a tocar el clarinete a un tugurio, acude encantado… ¡a la llamada del ex -entrenador de un equipo de futbol de un país de cuyo nombre nadie quiere acordarse si no es para trocearlo! ¿Qué fue de la mítica misantropía con que el neoyorquino cineasta se adornaba?
   
   Hombre, si en vez de Guardiola, hubiérase tratado, qué se yo, de Shakira, todavía podría entenderse el libidinal impulso del provecto genio americano… pero ¿con Guardiola?, ¿cuál sería el móvil que le animaría a romper su tan amada rutina? ¿De qué hablarían, aparte de lo muchísimo que Pep lo admiraba, y de las cuatro frases de repertorio que Trueba le habría para la ocasión preparado? A palo seco resulta, desde luego, todo un contradiós la situación. Puesta en un guión la tirarían a la basura por del todo inverosímil, vamos.
    
   A no ser, claro, que es que hállese W Allen, como tantos Amos del Universo ahora mismo, “necesitado de liquidez” y previamente pasara la minuta por su graciosa compañía al lado de Pep, habida cuenta de lo publicitada que resultó luego ser la dichosa cena. Lo que te debe de golpe “intelectualizar” el zamparte, un suponer, un pato a la naranja al lado de Woody, oyes. Se sabe que al festín acudió también el inefable Roures, el multimillonario trotskista propietario de la Sexta y de los derechos del fútbol español. Fue él quien al parecer tramó la movida. Y su presencia, claro, es el bucle preciso que enlaza a ambos genios, pues si por una parte es público que ha “colocado” al hermano de Pep en su Grupo, fue por otra  co -productor del bodrio alleniano “Vicky, Cristina, Barcelona”, esa faena de aliño por la que Woody –postalitas de Barcelona incluidas- se apañó un suculento pastizal.
  
   De manera que la presencia del magnate Roures  nos aclara un poco el enigma. Con todo, lector, trata de representarte la escena: nada menos que el huraño creador de “Hanna y sus hermanas” compartiendo mesa, mantel y noche con un  tal Pep y con un tal Roures, más las respectivas. Da un poco de pena el imaginarse al admirado W Allen enfangado en esas fenicias componendas, como un nuevo Salvador Dalí “ávida dollars” a sus años. ¿Toma el Dinero y corre, again, Woody?
   ¿De qué hablarían, decíamos? De El apartamento, claro. Primero, de el de Guardiola, tan cool. Luego del inmortal de Billy Wilder, esa tan amarga como extraordinaria historia sobre el arribismo social. Ahora que lo pienso: desparpajo para pontificar sobre ello no les falta a ninguno de estos tres mosqueteros.   



Post/post: gracias a Juante, a Winnie0, a Juan Carlos, a Santi, a Norma, a MAMUMA, a Inmaculada Moreno H, a Anónimo, por dejarme sus valiosas palabras en el blog - aunque no creo que envidia ante el Rico Guardiola sea el mío pecado-, por bloggear ayer a mi lado, GRACIAS. 

sábado, 21 de julio de 2012

Diane Keaton, Javier Bardem, yo mismo



    
   Me matarás Diane, me matarás sobre todo tú, lector, y nada en mi descargo podré yo entonces decir, que no es el nuestro país para plastas como yo, pero… el maldito cariñena de la tenebrosa actualidad, lo confieso, una vez más se apoderó de mí, me absorbió entre sus punsetianas redes y puso otra vez distancia entre mis dichos y mis hechos, entre Diane y yo, entre tú y yo, lector. Es sólo que me resulta tan grotesco todo esto por lo que pasamos, que necesito como sea exorcizarlo y quitármelo de encima para llegar del todo renovado y limpio de mugre a ti, Diane, a tu libro tan bonito, a ti sobre todo, lector.
    Verás, Diane, es seguro que tú lo conoces, pues el Espartaco de los desheredados españoles planta sus reales por Hollywood, ese arrabal del lumpen. Si el otro día su gloriosa mamma, enardecida, por todo lo alto ponderaba el aparato testicular de unos mineros supersubvencionados, fue ayer Javier B, junto a uno de sus hermanos, el Muso de las protestas antigubernamentales. El eslógan que más le gusta vociferar por las calles lo dice ya casi todo de él: ¡Esto-nos-pasa-con-un-gobierno-facha! Quédase luego tan ancho como pancho el chalán. La mayoría le venera, como si en efecto, fuera éste sobre todo un país para bardemes. 
   Claro, el que en medio de un clima socialmente aterrador, presentado como escenario de las más espantosas miserias e inhumanas privaciones, próximo en desesperación y penuria, dicen, a la de una aldea del Sahel, -¡QUIEREN ACABAR CON TODO!- resulte que el Muso de la cosa detente un caché mínimo de DIEZ MILLONES de euros para empezar a hablar de cualquiera de sus habituales bodrios es propio sólo de una alucinógena sesión de masas alrededor de su tiránico chamán.
   ¡Pero si con el Fortunón que acumula el mozo le sobra tela marinera para subvenir de por vida a cuantos allí con desesperación clamaban como locos por la Igualdad, la Fraternidad y lo otro! ¡Si juntando los viles metales que a miles sobre la buchaca apalancan Almodovar, Cebrián, Sardá, Roures y él pueden alimentar para siempre a todos los parados de España!
   Cuántas bromitas clasistas, cuántas líricas exhortaciones a las intolerables diferencias,  cuánta demagogia rastrera de la que la Izquierda miserabilista explota pro domo sua sin rebozo una y otra vez podrían a costa de esos ¡diez millones de euros por bodrio! arrojársele ahora a la cara. ¿Es justo que Bardem se trinque ese pastizal mientras millones y millones de personas mueren a diario de hambre? ¿Qué superioridad moral se puede enarbolar desde ese privilegiadísimo caché?
    A sus admiradores, incluso a los más desgraciados, todo esto ampliamente les transpira, pues es propio de las sectas y de los alucinógenos el levitar en la sinrazón y el adorar mucho a este becerro de los huevos de oro, sí.
   En fin, Diane Keaton, guapa mía, en fin, lector, que ya no sé bien qué deciros, excepto el que ruego yo porque no me mandéis a Parla, todavía, pues todos los caminos me llevan ya a ti, a vosotros.



Post/post: gracias a Mónica -sí, así es- por correr este tour, por bloggear ayer a mi lado, GRACIAS.
  


jueves, 25 de noviembre de 2010

Al pasar la barca de Patricia Conde y de Paula Prendes


    
     Pensando y pensando en Paula Prendes y en Patricia Conde, tan galácticas ambas en la Televisión de la Sexta, dos de las principales niñasRoures, multimillonario trotskista, y en su CINISMO-CHICA FEA-NINGUNA OPORTUNIDAD-CRUEL-TELEVISION, la mente se me quedó en blanco, divagó luego en el tiempo, como en el lento balanceo de una hoja otoñal al desprenderse de la rama y se me perdió por entre los parajes ya algo invernales de la memoria, hasta prenderse sin daño en la Chica de la Rayuela de mi infancia, que sólo mis más dilectos-dilectos conocen. Bueno, si Orson Welles tenía un trineo, yo tengo una chica de la rayuela almacenada en los confines más remotos de mi melancolía. ¿Qué cantaba ella  - y qué cantaban también sus trenzas rubias cómo hélices de oro que en la tarde asoleada la impulsaran sobre el suelo, mientras sus manos con pudor indecible refrenaban el revuelo de su falda tableada- en aquel patio escuálido, cuando saltaba y saltaba a la comba con sus amigas, mientras yo, agazapado tras las cortinas de mi habitación que allí daban, contenía la respiración ante el estallido vivo de  armonía tanta? 
     
     Siempre ha querido verse en las canciones populares e infantiles la reafirmación de los cerrados prejuicios del secular orden dominante, que irían así moldeando las conciencias y aherrojando a la mujer en su tradicional rol subordinado. Supónese también que el triunfo en la modernidad del discurso ilustrado acabaría sobre todo con la llamada cosificación de la mujer-objeto, por la que ante todo se  valora en ella  su apariencia, lo que en alguna manera la encadena a una esclavitud perpetua, en detrimento de su más profunda valía. Y sin embargo basta asomarse a las televisiones de hoy para comprobar el estrepitoso chasco de esa pretensión.
    
     Se le ocurre a uno invitar a Paula y a Patricia a saltar a la comba y a cantar conmigo –también contigo, amado lector, si te place- y a fijarnos en lo que dice lo que cantaba en el año de la Polka mi chica de la Rayuela: “Al pasar la barca me dijo el barquero las niñas bonitas no pagan dinero… (hélos ahí en una sola frase mezclados unos cuantos misterios antropológicos de la existencia: aparición del hombre adulto con Poder, -tiene él una barca, mejor no indagar más en lo que la barca “represente”-, su invitación/incitación a la niña bonita que está en un lado del río y a quien el Adulto ofrece pasar gratis al otro lado, ¿a cambio de qué?, a la vuelta del cual no será ya la misma, rito de paso simbólico que exprimió de lo lindo Julio Iglesias en su “de Niña a Mujer, ah y el dinero, que también Poderoso Caballero es. Traigámoslo a la actualidad: tiene Roures una televisión, que se la dio Zp, y para pasar por ella las niñas guapas no han de pagar nada, les dice. Caperucita ante el laberinto, pues)… Yo no soy bonita ni lo quiero ser, yo pago dinero como otra mujer… (y he aquí también, impresionante a pesar de su modestia, el grito de dignidad y de liberación impensables en una cancion infantil, pues en ese yo no soy “bonita” no hay tanto una reivindicación de la fealdad cuanto una recusación a identificarse y a verse encuadrada en el manejable concepto de “belleza apetitosa” que el barquero maneja y al que por eso se le devuelve, rechazándoselo,    el cumplido interesado y manipulador, es decir, que lo que la niña  sobre todo afirma es yo no soy lo que a ti te interesa que sea; y fijémonos que, aun dentro de la brevedad de la letra, no sólo aparece bien remarcada la rebelión –no soy “bonita”- sino, con expresa vehemencia, radicada la voluntad futura de no serlo, es decir, afianzado así el pleno ejercicio de la autonomía –ni lo quiero ser-. Que “yo pago dinero…” (por tanto, que me he procurado yo, autosuficiente, los medios para poder ejercitar mi albedrío, y el dinero, en tanto que abstracto capital social que no atiende a razones de aristocracia lo hace posible, ése es el modelo propuesto) “…como otra mujer” (que pese a ser infantil canción es de Mujeres de lo que siempre se está hablando, y de mujeres en igualdad y en genérico, rehusada en pro de la libertad la discriminación positiva que el zalamero barquero propone).
    
     “Al volver la barca, me volvió a decir, las niñas bonitas no pagan aquí. Yo no soy bonita ni lo quiero ser, las niñas bonitas se echan a perder. Como soy tan fea yo le pagaré ¡Arriba la barca de Santa Isabel”. Que vuelva el señor barquero a la carga, y que la niña de la canción mantenga firme el pabellón de su autoestima resulta conmovedor. La cara que debió ponérsele al barquero. Y nuestra niña, crecida ya, va y le arrea encima un buen bofetón simbólico al cuadro de valores que el barquero en realidad transporta: “las niñas bonitas se echan a perder…”, que admite tanto la lectura realista del carácter meramente transitorio de la belleza física, como la interpretación moral de que una vez aceptados los códigos ajenos de alguna manera se han extraviado el valor y el amor propios. “Como soy tan fea yo le pagaré”, es el remate final en la que la burla al lenguaje del barquero, en apariencia y con ironía aceptándolo para de pleno negarlo en el fondo, es ya clamorosa, soy fea, es decir, soy, y te lo digo expresamente, lo contrario de lo que quieres que sea, y no admito regalías interesadas, así que adelante con los faroles de la barca que, no por casualidad, patronea una Santa.
       Mucho me temo que tanto la Prendes como la Conde, si por carambola mágica mi farragosa disertación llegara a sus oídos guapos, mucho pasarían de la misma. Bueno, siempre me quedará, mientras la cabeza a uno le rule, la chica de la Rayuela. Ni Roures podrá arrebatármela.