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martes, 26 de abril de 2016

Por qué habría que elevar la edad del voto a los 26

     


   El despeñadero ultrademagógico por el que se deslizan, encantadas además de rebozarse en ese caldo nauseabundo, las democracias telebasurientas no parece conocer fin. Abogan y votan ahora las izquierdas patrias y antipatrias –en común, eso sí, ese ser tan guays que es en ellas perenne disfraz- por conceder el derecho al voto a los dieciséis. ¿Y por qué no a los seis?

   Es decir, proponen justo el camino inverso a la verdadera posibilidad de regeneración y de revalorización de la democracia: si la esperanza de vida en estas sociedades no deja de aumentar, si la mala educación –fruto de las Sociedades de la Telebasura en que vivimos- y sus nefastos efectos sobre el entramado social no deja de expandirse, si lo que verdaderamente se valora es lo conseguido con el propio y personal esfuerzo, si cualquiera comprende que una sociedad basada en la extensión automática de todos los derechos sin obligación alguna aneja camina directa hacia el precipicio, acaso convendría plantearse, para una gradual mejora de la sociedad, la elevación del derecho al voto hasta los veintiséis años, digamos, y sólo además tras una suerte de ITV a pasar por cada ciudadano, que asegurara que será su voto, el que sea, el fruto de una serena, profunda y compleja deliberación íntima, como soñaban los autores clásicos de la Democracia, esos verdaderos idealistas.    

   Aquí arriba, si lo pinchas, el vídeo con Alfredo Urdaci valorando en su Telediario mi ópera prima: “Son las historias de Armando, un cuarentón al que le ponen la maleta en la puerta de casa y tiene que recorrer de nuevo el camino de lo sentimental. Descubre que es un minusválido del sentimiento, un hombre al que todo le sale mal, un paria del afecto, un hombre patético al que todo le sale al revés. En lo que le pasa hay también una gran carga de ironía y de crítica hacia el mercado de los sentimientos, hasta el punto que uno acaba sintiendo una piedad desternillante por este antihéroe que tiene en estos relatos una voz auténtica. Se van a reír hasta llorar con este libro, llorar de piedad por este hombre perdido, este bobo con ínfulas”. "Disfruté mucho con las Historias. Sigue escribiendo", me dijo Urdaci también.
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1 comentario:

Ivan Traminiev dijo...

Conozco (por Internet) un arabe que le dijo a su hijo: "Se es adulto el dia en que uno paga su primera factura". Y eso es una gran verdad, porque ves a alguien que todavía vive con papá y mamá, que no sabe lo que es un trabajo (y no porque esté en el paro, ni valerse por si mismo no lo que es un impuesto votando para que te aumenten los impuestos a los demás pues hay algo podrido en el reino de Dinamarca.

Así que estoy completamente de acuerdo con lo que escribe excepto en lo de la edad. Yo supeditaría el derecho a voto y a manifestación a poder presentar un recibo de alquiler o de la luz y hay de ti si los anti-disturbios te pillan en una manifestación sin el recibo.