Qué cuadro más heavy, qué pintura negra de Goya, la de los derviches alucinados de
las CUP deshojando y a la vez
triscando la margarita del qué hacer con la marmota moribunda, con Artur Mas. Lo tienen pillado por do más pecado había, sí. Disfrutan como locos los capos de las CUP jugueteando
un rato con Mas, ese muñeco roto.
Quieren, eso, jajajajá, que Mas sea… sólo uno más en el Éxtasis de
Delirio del Proceso.
En realidad, los giróvagos demenciados de las CUP (venga-y-dale-vueltas-y-vueltas en contra de España, de la
Unión Europea, de la OTAN, del Capitalismo, de la Ley, sólo a favor de Batasuna
y de Chávez) son las criaturas por excelencia del estupefaciente Oasis, su más genuino y coherente producto,
el resultado perfecto de 35 años de inmersión
ombliguista por tierra, mar y aire.
En ellos ha cristalizado con
extremo hedor el mandala de la Voluntad del Pueblo por encima de las leyes.
Los de las CUP sólo son, pues, los hijos de Mas, la vanguardia
jemer en chanclas de tantas muchedumbres norcoreanas,
y, sin noción de pecado original
alguno –tan buenísma horda ellos son-, sólo dudan entre hacerle un poco más la
ola –muy dócilmente varias veces lo ovacionaron- o directamente pasar ya a
devorarlo, a más a más, a apiolarlo. Made
in Oasis, los de las CUP.
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