Que los modos y paradigmas viscosos y soeces de la Telebasura, que es el
relato dominante hoy, contaminan los discursos sociales, incluso los que en
principio demandarían mayor altura y respeto para con una ciudadanía que se
quiera digna, es cosa ya indudable. Ese
misma regresión cultural, ese vertiginoso descenso hacia lo rastrero y
rufianesco, lo observamos, además de en los actos, también en el lenguaje de
los elegidos del Pueblo, los políticos, que acaso debieran dar ejemplo.
Así en tan sólo una semana
escuchamos a un alcalde socialista del Sur aseverar que él concedía a no sé
quién no sé qué contrato por la poderosa razón de que “me sale de la polla, ¿vale?”,
a un responsable (¿?) de los populares vascos espetarle al Presidente del
Gobierno en oficial discurso que “estamos hasta los cojones de los casos de
corrupción”, en fin, el consuetudinariamente por su magistral estilo
alabado Julio Anguita se despacha en
estelar entrevista para El Mundo (21-2-2016) reiterando, sin más ni más, que “le gustaría volver a ser diputado sólo por
un día para subir al estrado y decir: ¿Y ahora qué, hijos de puta?”.
Oiga, ¿Y esto a qué viene? ¿Así habla un
Califa rojo o un Orate rojo? Por supuesto, le dirán todos ellos que si en el Quijote, que si en Quevedo, que si el diccionario y la calle, las coartadas
habituales para la creciente gañanía. Ya quisieran hablar todos ellos como
escribían Cervantes o Quevedo, ya. ¿También a Anguita habrá que recordarle a Wittgenstein (los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo)? ¿Habrá que recordarle a don Julio al
mismo Marx (la lengua es cultura en estado vivo)?
Pues de eso se trata, de que, con ese malablaje
tan a la moda hoy, peor que el de carreteros, peor que el de los peores
lupanares, mucho peor que el de los más necesitados inmigrantes, propio sólo de
cafres y cafiches recalcitrantes, se
refleja y a la vez se propone un modelo de ciudadano que es la negación del
mismo, que es el homo gañanis, la prototípica y bajuna criatura surgida de la
fusión entre la mugre de la Telebasura y la anónima instantaneidad de las redes sociales. Diríase que hoy si no
sueltas cada tres por dos un exabrupto es que no eres nada. Bien claro hasta en el maestro Anguita se ve:
ha pasado del programa, programa,
programa a palabrota, palabrota, palabrota.
Aquí, si lo pulsas, el video con Alfredo Urdaci valorando en su Telediario mi obra: “Son las historias de Armando, un cuarentón al que le ponen la maleta en la puerta de casa y tiene que recorrer de nuevo el camino de lo sentimental. Descubre que es un minusválido del sentimiento, un hombre al que todo le sale mal, un paria del afecto, un hombre patético al que todo le sale al revés. En lo que le pasa hay también una gran carga de ironía y de crítica hacia el mercado de los sentimientos, hasta el punto que uno acaba sintiendo una piedad desternillante por este antihéroe que tiene en estos relatos una voz auténtica. Se van a reír hasta llorar con este libro, llorar de piedad por este hombre perdido, este bobo con ínfulas”.
"Disfruté mucho con las Historias. Sigue escribiendo", me dijo Urdaci también.
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LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON INFULAS
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1 comentario:
me alegro mucho por el exito del libro respccto al articulo lo ha clavado don jose antonio saludos cordiales ygracias por el blog hormias
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