Me dijeron… un tal R. al teléfono, pregunta
por ti, que te pongas. Ostras, ¡R.!,
no sé por qué entonces me malicié… verás,
este, que se ha separado. R., buen
amigo de la Facultad, licenciado en Historia y en Políticas, profesor luego en
colegios religiosos, con el que tantos asuntos universitarios, de los de
estudiar y de los de pasárnoslo a lo grande in
illo témpore tenía yo compartidos, de quien luego los horarios laborales,
el matrimonio y los hijos, el vivir en distintas localidades, esa ley de la
vida adulta y adusta, me había por completo separado, que me llamaba… ¡veinte
años después!... Qué tal tu vida, Jose Antonio, oye, nada, que me gustaría, cuando
puedas, quedar y charlar un rato, si puedes, claro, de veras… El
teléfono no podía ocultar un leve temblor en el timbre de su voz, raro en él,
enérgico y jovial en mi recuerdo.
Nos vimos unos días después. La
lija del tiempo me ha estropeado más a mí que a él, pensé al verlo, con el
mismo buen pelo de entonces, algo más gordito al bajovientre si acaso. Nos
fuimos a un banco del Parque Oeste a charlar. Había chavales correteando por
allí, potros desatados tras el establo escolar. Por dentro, sin embargo,
encontré a R. del todo abatido. Con la cabeza baja entre los hombros, los ojos
acuosos, con los brazos vencidos, era una taciturna estampa de la desolación.
Sí, -maldecí entonces mi listeza-,
acababa de divorciarse. Así lo había decidido su mujer, doce años más joven que
él, tras eso, veinte años de matrimonio, sin causa que él se explicara… o
quisiera entonces revelarme. No había ninguna otra mujer en su caso, eso era
indubitable. Estaban además enfangados en agrios pleitos judiciales, sólo
cruzaban palabras a través de abogados, había tenido que abandonar él el
domicilio habitual, no estaba siendo una separación amistosa, todo lo
contrario, con dos hijas ya mocitas, divididas también ellas en sus afectos
paternos… Un palo tremendo, Jose
Antonio, qué he hecho yo, para nada me lo esperaba, lo estoy pasando fatal, las
vueltas terribles que te da la cabeza, me he tenido que ir a vivir a la sierra,
muchos días me siento solo, muy solo… tú también te separaste, ¿no?... CONTINUARÁ mañana
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