El mismo P Ig que ¡en este julio
pasado! sentenciaba que tras el 26-J “se abre una fase nueva en términos
estratégicos… el tiempo político se ralentiza… pasar de partisanos a ejército
regular en la guerra de posiciones y una forma más tradicional de entender la
política, que volverá a parlamentarizarse”, en una nueva vuelta de tuerka
ahora, siempre con el hilo común de un lenguaje político virulento y
militarizado al colmo, tras el discurso borroka del lunes con la Sexta en directo, ha llamado de nuevo
a los suyos al violento asalto a los cielos del Poder, y en el que, en fanático
agitador, les emplazó a morder y a causar miedo. ¿Le
seguirán sin pestañear los suyos en sus continuos cambios de palabra, de
valores, es decir, en la adhesión incondicional a los designios totalitarios
que ansiosamente persigue?
Tras el discurso borroka, tras
la suerte de pistoletazo de salida, causalidad más que casualidad, vinieron la ambigüedad
ante la paliza a los guardias en Alsasua, el motín en Aluche, la toma
encapuchada –con el engarce simbólico a los filoetarras que las idénticas
pancartas proetarras reflejaban… ¡entre las mismas paredes en las que los
etarras asesinaron a tiros al constitucionalista Tomás y Valiente!, que ni eso a estos humanistas detiene- de la
Universidad ante González&Cebrián motejados como FASCISTAS, el nuevo numerito borroka en las Cortes, el anuncio de
llevar la confrontación a las calles, con amenaza de Huelga General incluida, y
los coletazos que vienen. En fin, P Ig ahora, como lo que acaso siempre
fue: el ayatollah de los borrokas
ultracomunistas.
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