Es conocida la anotación que en su
diario hizo Kafka el día mismo que
se desataba la Primera Guerra Mundial: “Alemania ha declarado la guerra a Rusia.
Tarde, escuela de natación”. Que Franz se fue a nadar, vamos. Como
quiera que el Procés, de lo kafkiano está preñado, habría que imitar al
genial escritor checo: “Cataluña ha declarado la Dictadura
Populista. Tarde de alicientes candentes”. Pues decíamos ayer… si te
gustan los alicientes candentes que mi libro promete, no me mires, únete, pídemelo
ya, va.
Mas, como, ay, no es uno Kafka, expliquémonos lo de Cataluña un
poco. Me acuerdo ahora de cuando desde hace cinco o seis años algunos
alertábamos de que los separatismos buscaban romper España, las muecas de mofa
y desdén que los biempensantes nos dedicaban. La crisis económica en los países
desarrollados, la propia regresión cultural que vivimos, hicieron irrumpir por
doquier los populismos, esa
deliberada exacerbación de las más bajas pasiones, ese voluntarismo ciego que
promete soluciones fáciles a problemas complejos. En eso mutó, para escamotear
sus propias corrupciones y olfateando la debilidad del adversario, el nacionalismo catalán haciéndose separatista y yaque, golpista. Y yaque, claro, traicionando el espíritu
de concesiones recíprocas que la Constitución alumbró, que dio lugar a los
mejores y más prósperos años de nuestra historia moderna. A través del siempre
latente encuadramiento totalitario de todas las esferas civiles de la sociedad,
que ahora se intensificó hasta el delirio, -vemos así Bomberos por la
Independencia, Profesores por la Independencia, Monjas, Abogados, Clubs de
Música, todo y de todo por la Independencia- moldeó su Pueblo, que ellos,
condenando a la oscuridad a la otra mitad, llaman el Pueblo. El Imperio no
lo eran sino los reclamados Paísos Catalans, y el Líder, vaya
por Mas, vino a ser Puigdemont. Y así, contra el Derecho y
la Ley que regula la convivencia, en sesiones parlamentarias bochornosas en las
que se maniató a la oposición, con el
48% de los votos y el 52% de los escaños, trituraron el Estatuto de
Autonomía –que con toda lógica exige dos tercios para modificar lo importante-
y la Constitución española, refrendada allí más que en muchísimas otras partes de
España. Así hasta ayer, cuando, tras una sarta de números circenses
inimaginables, en sesión inaudita en la historia democrática de Occidente, en
el colmo del delirio, se atrevieron nada menos que a declarar la Independencia
de su
País con el 48% de los votos.
Como sus leyes de ruptura clarísimamente apuntan, pues diseñan un entramado
anti-democrático y totalitario de Poder para su nuevo régimen, lo que se proclamó ayer allí fue la Dictadura
Populista de Cataluña. ¿Conseguirá el Estado español restablecer allí la
Democracia?
Ahora sí que puedo irme ya también yo a nadar, esto es, a pedirte que me
solicites mi libro. Va.
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