El otro día en El Mundo decía Jonás Trueba, el hijo de Fernando Trueba, cineasta y escritor, que “con tanta epidérmica distracción continua alrededor, LEER HOY UN LIBRO se ha convertido en un acto revolucionario”. Excepcional quería decir, creo, aunque lo de revolucionario suena más… comercial hoy también. Imagínate, si así se duelen los escritores con posibles, qué va a ser de nosotros, los escritores imposibles, es decir, los escritores sin Padrinos, sin Nombre, sin Contactos. Coincido por lo demás con Jonás, si bien yo, menos revolucionario que él, preferiría decir que, en medio de tanta distracción audiovisual, de tanta pantalla o Ballena omnívora, parar cada día el mundo treinta minutos y ponerte cómodo a leer un libro es un acto SUSTANCIAL, que te hace más sustancial.
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