Hacer con el texto del blog lo mismo que hacía mi abuela cada mañana temprano después de encender el fuego y avivarlo con el fuelle para que prendieran las ascuas: arrimarles ya el puchero de barro con el cocido de los garbanzos, y que estos poco a poco, al amor de esa lumbre, se fueran cocinando mientras atendía ella muchas otras labores en la casa y fuera de ella. Dentro del puchero los necesarios ingredientes: garbanzos, fideos, tocino, repollo, chorizo, falda, mondongo, el relleno. Hum, qué sabor más rico tenía todo al final en la mesa, qué trabajadora era la mía abuela. Pues lo mismo, para el blog, ese mismo milagro cotidiano: disponer aquí los ingredientes del Día, yo que sé, una sonrisa, dos ironías, tres besos y medio, cuatro versos, los altos cielos, el pellizco del viento, los colores de tus mejillas ruborizadas, la canela de tu bellezza, un paisaje verde... Ponerlos a la lumbre de una música vibrante para que fuera el blog él solito escribiéndose, desplegándose, cocinándose. Largarme entonces a otras tareas y al regresar al Blog … voilá lector, alguien que me pide un ejemplar, y servirte entonces contentísimo un plato cuyo sabor perdure en tu memoria y en tu corazón para siempre, para siempre. Sí, aquel puchero a fuego lento querría uno poner muy tempranito cada mañana.
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