Muchos de los libros que ahora se publican, obsérvalo, traen el texto deshilachado en muchísimos párrafos, cortísimos todos, estreñidos y raquíticos por mínimos, sin sentido, como a voleo tirados “paquí y pallá” por las hojas, sin criterio alguno desparramados. ¡Hacen daño al entendimiento! Dicen los que saben de esto, AL LORO, que es que es ASÍ para facilitar la lectura. Dicen que metes ahora un texto tuyo a un lector/corrector informático de textos y te le devuelve así, hecho migas en absurdos parrafitos idiotitas, que esto es lo IDEAL para el lector del presente. Es decir que -se deduce- resulta que mucho personal ahora, al ojear en un texto párrafos de tamaño normal, ufff, sale corriendo del libro. Por cosas así no me creo nada las cifras oficiales sobre la lectura. Por favor, ¡el tamaño sí que importa en esto!: el párrafo es e implica una unidad de sentido, de contenido, de ritmo. Así, en buena lógica, lo estudiábamos una y otra vez no hace tanto. Triturarlos y esparcirlos al tuntún (como, y está más que relacionado, hacen en el cine de ahora con miles de planos histéricos para atontar al espectador) es TERRORISMO contra ese texto, contra su autor… y contra el lector. Es una nueva derrota, claro, de la escritura, de la cultura, es decir, de la razón, del sentido… y de la sensibilidad.
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