Esta mañanita, sobre mi terraza polvorienta, te lo prometo, esta estrella azul y volandera amaneció. Qué bonita. Cómo si alguien la hubiera bajado sólo para mí. Llenó con su luz mi espacio milanés, claro es. La tomé entre mis manos. Me apresuré luego a llevarla a mi mesa de escritura, al lado de mis cosas. En piyama aún, me dediqué un buen rato a contemplarla. Es preciosa: delicada, leve, con brillitos. ¿Te vienes a verla? El azul es mi color preferido. La sentí, y así te lo anoto aquí, como una premonición, como un presagio bueno, como un heraldo dulcísimo de lo que ya está descendiendo, de lo que ya está viniendo.
4 comentarios:
Me ha encantado, José Antonio. ¡Algo bueno va a venir seguro!
:)
Anda, qué alegría, CAMPU, verte y leerte por aquí de nuevo. Muchas gracias, un gran abrazo, amiga mía.
Ando un poco desaparecida de este mundo, José Antonio. Pero sigo dando guerra y espero regresar a darla también en algún momento.
Ahora, es cierto, alejada del ruido (no me refiero a los blogs, por supuesto, sino a las irrealidades disfrazadas de realidad). Me encanta estarlo.
Yo también me alegro de verte, de leerte. Sigue escribiendo.
Gracias por tus palabras, gracias por aparecer, gracias por seguirme y leerme. Prontito ¡mi cuarta criatura! verá la luz. Ojalá pueda contar con tu aliento, amiga mía. Un abrazo!!!
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