Mantean a Guardiola, mantean
a Mouriño, mantean a los novios,
mantean hoy en cualquier gañanada que se precie al Sursum Corda si se tercia. Supongo que antes que yo lo habrá seguro
dicho ya Punset, pero resulta harto curiosa la evolución del rito y costumbre
del manteo: de ser una ordalía iniciática
de oscuro significado sexual en muchas culturas primitivas (Mircea
Elíade) que señalaba el paso de la infancia a la madurez, a sádico castigo
colectivo destinado a quien se consideraba merecedor de ello (el más célebre el
que en el Quijote unos chuscos propinan al infeliz Sancho Panza), en cuyo transcurso el manteado una y otra vez daba
con sus huesos contra el suelo tras ser impulsado a las alturas desde una
manta, hasta llegar a la apoteosis orgiástica y festiva que parece designar hoy
el manteo.
Si hasta hace bien poco la iniciativa del festivo manteo parecía surgir
a trasmano de la súbita voluntad bromista de los patanescos pupilos,
incontenibles en su despendole, que el manteado sentíase obligado a de mala
gana “aceptar”, pareciera que es hoy el manteo obligada prueba de la verdadera
euforia de una celebración, en cuya cima el manteado de propina complácese en
ofrecer muy airosas poses de triunfo, ingrávido e imperial sobre los aires que
le elevan. Si no te mantean los tuyos, es que, lector, eres menos que un
bloguero globero.
¿Qué transparente éxtasis otorga este controlado y festivo manteo de
ahora a sus beneficiarios? El de, en el momento del Triunfo, liberar las
tensiones acumuladas, por supuesto. Ese desmadejamiento de los miembros
arrojados hacia arriba para caer en la blandura de un tálamo de brazos afines
procura la momentánea ilusión… ¡de ser pelele!, es decir, de NO ser, de
abandonar el peso del cuerpo y la opresora cárcel de la personalidad, que
porfía siempre por mantener la compostura y reprimir el instinto.
Ofrecen los pupilos el cuerpo del homenajeado a las alturas, y vive éste
así esa ilusión de ascenso hasta alcanzar casi los propios caracteres de las
divinidades, que precisamente moran en los cielos. Cae el Triunfador luego, es verdad, pero lo hace en blando, y de nuevo
se ve impulsado hacia arriba, como en una vicaria experiencia de muerte y
resurrección continuas.
Al cabo, ese Cuerpo Primordial, objeto
de Deseo, que se ve zarandeado y hacia todas partes revuelto, a merced por
completo del impulso desatado de los raciales guerreros que desde abajo le
jalean y acometen, ¿no recrea de alguna manera una suerte de violación
simbólica que el Elegido, núbil doncella ahora, masoquistamente disfrutara? ¿El
manteo jubiloso como una especie de consentida violación en grupo, entonces?
Uff, mejor que este espinoso intríngulis nos lo aclare Punset. Que yo ya, lector, paso.
Post/post: gracias a Mónica, a Juan Carlos, a Winnie0, a Trecce, a MAMUMA por bloguear ayer conmigo, por hacer más rico rico este blog, GRACIAS .
3 comentarios:
Muy cierto, los modos cambian a capricho de las hordas. Antes era costumbre guardar un respetuoso y sepulcral silencio ante los muertos; ahora se les aplaude como folclóricas caracoleando...
Uno sigue siendo lento para adaptarse a estos tiempos, a estas costumbres.
Vendrá la abundancia y seguiré a vueltas con la crisis..
¿Acaso no se mereció Pavarotti un manteo en vida? Para que veas cuan discriminatorios son los manteos.
Un abrazo
¡y a mi que no me han manteado nunca!!!!! jaja Besotes Jose Antonio de una "no-manteada satisfecha"
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