-¿Qué pasa, que no he hablado bastante claro? ¿Tengo monos en la cara o
qué? ¿Por qué no vuelven a sus putas conversaciones y nos dejan en paz, eh?
Fue peor el decir eso. Subió de tono el murmullo. Alguien soltó una
imprecación. Se oyó el arrastrar de algunas sillas, como si alguno -¿quizás Johnny el Largo?- amagara con venirse a
por mí y aclararme por las bravas algunos conceptos. Para entonces, a la
velocidad que se desarrollaban las cosas, yo veía y no veía. Sudaba de nuevo,
ahora en frío, eso lo notaba. No sabía
bien como podría acabar aquello. Miré de soslayo otra vez a Javier, mi compi, y vi sus ojos
alarmados, cómo de no dar crédito a la que en un momento se estaba liando. Sólo
me quedaba una bala en la recámara:
-¿No les he asustado, verdad? Je, jé. Como que todo era una broma,
claro. En realidad, familias, viene todo por la emoción del partido que
acabamos de ganar, el último de la temporada. Estamos eufóricos, Javier y yo. ¡Somos
los 107! Y nada, que nos encantaría celebrarlo con todos vosotros. ¡Camarero,
por favor, cervezas para todas las mesas! ¡Lo que pidan! ¡Corre de nuestra
cuenta, por supuesto!
Se ve que es el gremio padelero muy afecto a las consumiciones de gañote
–al menos aquél lo era- pues, por increíble que parezca, la invitación general
amansó de golpe el gruñido de aquellos carnívoros. El camarero subió la música festivalera
–como si todo aquel guiñol lo moviera un guasón juro por lo más sagrado que por
los altavoces empezó a sonar una versión instrumental del Oh, Susana, no llores más por mí-
y pronto reinó allí un jolgorio más propio de un salón del Oeste que de un
aséptico club de pádel.
Con decir que hasta la misma mujer de el Tapón, una rubia coloradota, vino a felicitarnos, ¡y que incluso
me estampó dos besos en los carrillos!, -parecieron allí aquellos dos besos el
descorche de otras tantas botellas de cava-, creo que la cosa queda clara.
Entre risas solapadas Javier me la
tiró bien tirada: “tío, te vas a dejar una pasta, ¿tú estás bien?”. “Joder,
de alguna forma tenía que escapar, ¿no?”, le repliqué.
Cuando bajaron los efluvios de aquel extraño despendole y fue vaciándose
el bar, recogimos Javier y yo los
bártulos. Pagué en la barra, con olímpica sonrisa por fuera y con un enjambre
de rayos-truenos-sapos-culebras-y-centellas revolviéndoseme por dentro, la
cuenta de todo. Nos encaminamos silenciosos hacia el coche. Y antes de arrancar
Javier me enfrentó: “joder,
Jose, qué movida… a ver, que… sé lo que dices, es que te pones muy trágico,
tío, no es para tanto, mira… si hay algo, si juego con alguien, no te
preocupes, te lo diré… que sepas también que he jugado muy a gusto todo este
tiempo contigo”. Me ofreció entonces su mano, como hacen los tenistas
al fin de los partidos, como hacíamos siempre al despedirnos. Chocamos. Se
bajaba ya del coche y seguía farfullando… “qué movida… vaya discurso, no sabía yo que
hablaras tan bien, qué cabrón… chao, compi”.
Y hacia el fondo de la
calle suburbial, entre los coches que cruzaban la avenida y los oscuros setos
de los bloques, entre la luz difusa de las farolas, poco a poco fue alejándose
esa figura de prometedor padelero, la de Javier,
mi compi.
6 comentarios:
¿¿ ahora me que la incógnita de cuanto te costo la juerga ??
Por lo demas genial amigo Jose Antonio, yo no se de padel mas que mirar como sudan la gorda y para mi que lo pasáis bien, a pesar de como tu lo cuentas, pero eso como todo, tiene su tiempo y su edad, digo yo..saludos..
Genial José Antonio....y casi he sentido con estas entregas que yo jugaba al padel (y eso que no he cogido una raqueta de padel en mi vida jaja) Besos
Antes pronto que tarde, las federaciones de Pádel se percatarán del problema que tan crudamente has expuesto: una pareja joven exije más de lo que el cuerpo está dispuesto a conceder a la pareja senior. El tenis ha resuelto el tema de una manera más que sensata: campeonatos senior, senior junior y master senior. Y así podemos ir tirando y compitiendo con los de nuestra edad. Mientras ello no llega, bien está pagar fantas en justa penitencia.
Qué generoso compañero tienes, seguro que es progre!
Me encantó el relato, mis ratones me llevaron a la escena, ja ja ja. Muy bueno-Cariños.
Jejeje- Yo también les digo a las amigas con las que a veces salgo de viaje después de cenar: Seguid sin mí, vosotras que sois jóvenes.
Saludos blogueros
Genial. Änimo continúa jugando. Saludos
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