Pues, lector, ¿qué máxima
encontraríamos más verosímil sorprender hoy en la barra de un bar? ¿y cuál de
ellas más defendible hoy en día? ¿cuál reflejaría mejor la mentalidad dominante
en la actualidad? (Y por supuesto vale igual para ambos sexos) ¿Aquella que sostuviera?:
“Es un cabrón, lo sé, pero en la cama es un martillo. Por eso sigo con
él.”
¿O la que a la inversa afirmara?:
“Es una nulidad en la cama, lo sé, pero es un ángel. Por eso sigo con
él.”
No deja de resultar curioso a este respecto que, en medio de la
estrepitosa crisis económica y social que atravesamos, en los estelares
momentos de los media afirmen su indiscutible espacio los Boston Medical
Groups y cía, las agencias de contactos personales, las publicidades
preservativas y ese candoroso eslogan publicitario que todos ellos, incluso de
manera inaudita medios pero que muy conservadores, repican desde las mismas
portadas: EL SEXO ES VIDA.
¿El sexo es vida? Lo es, claro, aunque, como diría el otro, según y
cómo. Hay una sexualidad degradante y otra que es enaltecedora, cuando remonta ésta el vuelo básico del instinto, me parece al menos a mí, que me gusta también
llevar la contraria a la severa y grosera ley del hoy. (Y argumentarlo con
todos los pormenores casi me requeriría el espacio de un libro que, por ser yo
nadie, nadie IMPORTANTE iba tampoco
a patrocinar, así es que dejo aquí gratis et amore sólo la semilla de ese libro,
para que quizás a algún Escritor del
ESCALAFÓN le aproveche) Pues el susodicho eslógan, en su afán
reduccionista, se queda con las ganas de sentenciar que EL SEXO ES LA VIDA. Y tampoco es eso.
LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS (Resumen de la obra en post del 27-1-2013
y 1-2-2013)
154 pgs, formato de 210x150 mm,
cubiertas a color brillo, con solapas. Precio del libro: 15 Euros. Gastos de envío por correo certificado incluidos en
España. Los interesados en adquirirlo escribidme por favor a josemp1961@yahoo.es
“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones
del mundo” (Pessoa)
4 comentarios:
El sexo, tan encantador como trivializado sólo llega a su MÁXIMOcuando lo humano de desintegra en manos de lo animal más sensible. Es en ese momento cuando de verdad estamos conociendo los sentimientos del Creador y estamos haciendo-creando vida.
Pues voy a retomar el comentario de anoche de la amiga Aniquiladora, que me pareció de mucha chicha para contribuir a este curso acelerado sobre las imposibles relaciones amorosas en estos malhadados días de feminazismo progre. Ya que hablaba de amoríos de Instituto, mañana, por ejemplo, en uno que yo me sé, las profesoras organizarán un baile en el recreo... ¡contra la violencia de género! Eso para conmemorar el "Día de los enamoratis". Creo que es un buen ejemplo de que ahora son ellas las que tienen la sartén por el mango. A los varones, ni se les ocurra toser, que eso es "violencia de género". Pero, más allá de la anécdota chusca, propia de un régimen intervencionista sátrapa y troskysta como el andalú, me quedo con la palabra "capricho" (nombre de una ópera de Richard Strauss, que ya por aquel entonces se preocupaba profundamente por la supremacía femenina a la hora de tomar decisiones "caprichosas"). Frente a uno o a millones de caprichos, estamos sencillamente indefensos, descolocados, dislocados, anulados... Nuestras argucias flirteadoras de siempre, a las que, como hombres, nos obliga la naturaleza y su (no caprichosa) voluntad (Schopenhauer), deben adoptar nuevas apariencias para que las nenas nos hagan caso. El problema es que antes íbamos a un baile (donde te podías hasta enamorar) a pedir limosna y, a lo mejor conseguíamos algo que durara quince años. La solución "menos mala", holísticamente hablando, siempre era la mejor, como hombres, digo, dándome algún golpe de pecho al inicio de la Cuaresma. Pero claro, actualmente, nos enfrentamos a otra cosa: el síndrome de Peter Pan generalizado, no en hombres, sino en mujeres que obedecen ciegamente, como hipnotizadas, al acto reflejo globalizador que invoca en frenético "marco mental" la secta de Elisa Beni, al sostener machaconamente que "hay que imitar lo que los hombres han hecho toda la vida", como hacen las de los anuncios de Desigual. Actuar por capricho ("me voy a Thailandia a hacer un trío con un buzo cachas y un surfero buenorro, mientras le doy año sabático a mi novio Marco") está ahora perfectamente asumido por el común de las féminas (sobre todo algunos targets), incluso en sus charcas preferidas de la cosa virtual: redes "sexuales" (no tienen ni mijita de sociales), blogs, chats, etc. El "aquí te pillo, aquí te mato" de las que inconscientemente, como perras de Paulov, asumen ese discurso oficial (también la derecha, claro, por cooptación y por mediocre y cobarde que es), sí que es una verdadera declaración de terrorismo afectivo, que está haciendo mucho daño, porque en este, como en cualquier tema, lo pedagógico hace mucho. Deberíamos bailar mañana en la calle, sí, pero contra esa espantosa manifestación goebbeliana, soterrada y zorreada de violencia psíquica que se palpa en el ambiente.
Saludos y perdón por la extensión, pero ya José Antonio ha reconocido que el temita lo merece.
Cierto. A la cosa del sexo se le otorga mucha importancia. Ya por los años 70, cuando, algo bobalicones, preguntábamos al "Chato",célebre follador, por la intensidad de la cosa, nos explicaba displicente que no era para tanto...que estaba sobrevalorado. Claro, lo decía él, que en cada verbena paseaba una piba. A nosotros, pobres curritos, nos parecía milagroso poder acariciar cualquier noble parte de la mujer, sin que estuviese amparada por refajos y otras fronteras.
Ocurre con el sexo como con el vino; si lo trasiegas en exceso y con precipitación, no extraes sus sugerentes matices, toda la gama de sabores que la naturalez en él ha colocado..
P.D. Haz como el ínclito García Francés, propón a tus lectores que se atrevan a confesar el lugar más raro en que han podido fornicar. Podríamos reírnos un rato, con perdón..
Un servidor hace tiempo que puso pié en pared con esto de las relaciones con las woman.
Apliqué el “esto es lo que hay”. Ve va de aquella manera; pero sé por dónde va. No estoy dispuesto a ser un tronco a la deriva en ese mar incompresible que es el coco femenino.
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