Lo escuché sin querer en el Antro,
que es que hervía la otra noche de carnavalesca humanidad. El Carnaval sobre el ordinario carnaval allí, ese pleonasmo que acaso
para disimularlo bullía más aún de lo habitual. La música del Brasil, que inflamaba desde los
altavoces toda aquella yesca. Sin embargo aquel par de mujeres provenientes del
meollo enloquecedor de la pista que pasaron a mi lado, semiocultas bajo el
disfraz de gato, no se esforzaban en ocultar su desolación. Gatas escaldadas
parecían, sí.
Lo decían sus gestos pesarosos -los
brazos flojos de una, cruzados sobre el pecho la otra, las cabezas gachas- , gestos
que sobre el estrambote de su atavío –en la cara pintados los bigotes de un
minino, la funda negra rematada en una pequeña cola por la trasera de su cuerpo
y blanca por delante, las orejitas postizas sobre la cabeza, una pompa negra en
la nariz- se recargaban de abatimiento. Se detuvieron un instante a mi lado, que iba
disfrazado de bloguero fracasati, es decir, de invisible. Se
quitaron la pompa de la nariz. Como no me veían, pensarían que allí nadie podía
escucharlas, o su derrota era tanta que les daba lo mismo, yo que sé. El caso
es que a dos palmos de donde me encontraba maullaron aquellas gatas la balada de
su escaldadura:
-joder, desde luego, es que los
tíos cómo son … joder… es que son la ostia, de verdad.
-ya sabes…
-
…que él no quería perder el tiempo, que
quería saber ya mismo si quería yo hacerle una…
Allí dejó caer la gata, sí, la palabra de gañanía que rima con un hada.
Vestidas de gatas como iban, la desolada confesión resultaba involuntariamente
muy cómica, pero no era cuestión de que el bloguero fracasati, o sea la Nada,
estallara de repente a su lado en carcajadas. Te aguantas y punto. Además, que
me dieron casi ganas después, cuando quedaron silentes y cabizbajas allí, de
acariciarles un poco el lomo, como a un gato de verdad se le hace, sólo por ver si
así se amenguaba en parte su aflicción. No sé, tal vez colocarles bien las
orejitas postizas que se les habían un poco desnortado. Pero tampoco. Esas
cosas pasan en las películas, no en la vida, que es sólo un mal carnaval,
carnaval.
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“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones
del mundo” (Pessoa)
3 comentarios:
La vida es sólo Una para cada uno. En forma y fondo. Todo lo demás que pretendemos y a veces conseguimos, es solamente gracias a nuestros muchas disfraces.
La sempiterna cuestión del maleable manejo de los tiempos en el bonito imaginario femenino, que vuelve a la palestra, aunque sea por carnaval de calendario. Luego dirán ellas -a los cuatro vientos de la red- que tienen los mismos derechos que aquellos hombres machistas, rudos y fachas de postguerra, a las "marranadas" venéreas y sin parar que practicaban (terrible sofisma del que mama el feminismo progre), cobijados por el ominoso régimen, que las mantenía atadas al ogro de la bombona de butano.
Bien; y digo yo: ¡ojalá fuera así, que aplaudo y bendigo la juerga, siempre que sea "café para todos", of course! Pero va a ser que no, que es de mentirijillas tanta modernez disfrazada, un circo como un carnaval; como bien dices, esto es un mal carnaval, donde son ellas precisamente las que tiran la piedra y esconden la mano, a ver qué sale. Como siempre ha ocurrido, sin tanta milonga de demagógica y sofística "igualdad".
Saludos.
SIMPLEMENTE PRECIOSO.
Con toda admiración y afecto al "non fracasati mai"
Asun
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