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lunes, 28 de marzo de 2016

Defender la Belleza, la Alegría y la Derecha muda

     


   Cuando se ponen cursilongos ya es que se salen. Titulaba y titilaba P Ig su reciente –a la manera de su Santo homónimo a los Corintios- Carta a los Círculos con un, a fuer de sonrojante, maoísta Defender la Belleza. Ahí es nada: un confeso devoto del comunismo, que como Castoriadis sabía bien consiste sobre todo en la fealdad,  haciéndose pasar por el Paladín de lo Bello, para de matute colar su rejón a Errejón. De Lenin a Mao y tiro porque voy sobrao. Se lee allí esta miel sobre la hiel: “Nuestros adversarios no soportan esa belleza. No soportan que nos emocionemos. No soportan que nuestras sonrisas, nuestros besos y nuestros abrazos sean de verdad. Esa es la gran diferencia de Podemos: nuestro brillo… la Belleza de lo que estamos construyendo. Defendamos esa belleza por encima de todo… Os quiero. La cuestión de fondo, patético delirio de gurú de secta al margen, es movilizar emocionalmente a los suyos.
     ¿Defender la Belleza, ha dicho? Defender la Alegría, canturreaban vibrantes como aplicados pioneros hace poco los millonetis de la Ceja en pro de Zp, ese hombre. Se copietean, vía Benedetti, unos a otros, claro. También los ilustres prozetapés –Bosé, Serrat, Sabina, Victor y Ana, Boris, Concha Velasco- buscaban así hacer masa y fortalecer los vínculos afectivos del personal partidario. Defender la alegría frente a los adversarios, caracterizados en su temazo como los miserables y las escopetas.

    Defender la Belleza, Defender la Alegría… la vida sigue igual: la Izquierda se apropia de las palabras bonitas, y se disfraza como si sobre sus augustas personas esas mismas palabras se hicieran carne. Mientras tanto, la Derecha, a fuer de balbuceante, parece mudita. Ni sus Líderes ni sus bases creen en las palabras. Desconocen su importancia. Se complacen en ignorarlas, en despreciarlas, en rechazarlas. Una pena. A menudo en su estilo de fondo recuerda Rajoy al genial Bartleby de Melville y su legendario… Preferiría no hacerlo.




 Aquí, si lo pinchas, el vídeo con Alfredo Urdaci valorando en su Telediario mi obra: “Son las historias de Armando, un cuarentón al que le ponen la maleta en la puerta de casa y tiene que recorrer de nuevo el camino de lo sentimental. Descubre que es un minusválido del sentimiento, un hombre al que todo le sale mal, un paria del afecto, un hombre patético al que todo le sale al revés. En lo que le pasa hay también una gran carga de ironía y de crítica hacia el mercado de los sentimientos, hasta el punto que uno acaba sintiendo una piedad desternillante por este antihéroe que tiene en estos relatos una voz auténtica. Se van a reír hasta llorar con este libro, llorar de piedad por este hombre perdido, este bobo con ínfulas”. "Disfruté mucho con las Historias. Sigue escribiendo", me dijo Urdaci también.
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LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON INFULAS
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1 comentario:

Anónimo dijo...

Es que k
La derecha aprecia la belleza de el vil metal