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martes, 8 de marzo de 2016

Un predicador llamado Pablo Iglesias

     


   Se entiende de sobra –en ello hemos abundado aquí- el hitchockiano vértigo en que a los mandamases del PSOE sume la coleta de este fantasmático y rampante Pablo Iglesias, que quiere liquidar su Partido y que en fenomenal coña histórica viene a llevar, entre todos los posibles, el mismo nombre que el Maestro fundador del mismo. Ha topado además el fantasmático P Ig con un secretario general bisoño, cuyo atolondramiento ante la aparición le hace dar no una, veintisiete vueltas de tuerca, a cual más aparatosa. ¿Parará P Ig?
    La mezcla de arrumacos y humillaciones con que P Ig maltrata a Pedro recuerdan mucho a la macabra ceremonia de intimidación que el siniestro predicador de La noche del cazador, tras seductoramente beneficiarse a la madre, desplegaba luego sobre los niños para matarles. ¡Es que el estilo de P Ig tiene mucho de nefasto telepredicador! Como ellos conjuga una histriónica presencia mediática y la reducción de todos los problemas al más grosero dilema moral, esa exacerbación de las pasiones y de las pulsiones elementales, que ellos sintetizan en AMOR y ODIO. Igual que ellos, la táctica a emplear siempre es hacer justo lo contrario de lo que los demás de él esperan, disfrazando con burdas ocurrencias su objetivo fundamental, la conquista del Poder sobre las personas. 
     Así un día descarga P Ig contra Pedro las culebras, rayos y centellas del odio y del insulto, simbólicamente ciscándose en el Padre de todos los socialistas –cal viva de Felipe González- y al siguiente, mefistotélico desde la tribuna, le cita el amoroso caso de la bobalicona pepera Levy maquiavela de rebajas- con uno de su cuadrilla en la Sexta, para también a él proponerle amores. Ya sólo falta lo nuestro, Pedro. Así, un día le hace un gobierno inaceptable y al siguiente dice que deberían verles paseando y tal y tal.
   Y a Pedro Sánchez –y yaque a la sociedad española en su conjunto- le bastaría para conjurar esa maléfica presencia, ay,  simplemente con crecer, con madurar, es decir, con ser y hacerse un socialdemócrata responsable y consecuente.



  Aquí, si lo pulsas, el vídeo con Alfredo Urdaci valorando en su Telediario mi obra: “Son las historias de Armando, un cuarentón al que le ponen la maleta en la puerta de casa y tiene que recorrer de nuevo el camino de lo sentimental. Descubre que es un minusválido del sentimiento, un hombre al que todo le sale mal, un paria del afecto, un hombre patético al que todo le sale al revés. En lo que le pasa hay también una gran carga de ironía y de crítica hacia el mercado de los sentimientos, hasta el punto que uno acaba sintiendo una piedad desternillante por este antihéroe que tiene en estos relatos una voz auténtica. Se van a reír hasta llorar con este libro, llorar de piedad por este hombre perdido, este bobo con ínfulas”.
   
   "Disfruté mucho con las Historias. Sigue escribiendo", me dijo Urdaci también.


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1 comentario:

Anónimo dijo...

Exactitud completa en su post. No había mejor comparativa que “ La noche del cazador " para retratar a ese singular ser humano que es P. Ig. Cuando le veo y oigo siento la misma repugnancia espiritual que me ha invadido siempre cuando veo esa obra maestra del cine. El fotograma de la película es perfecto para ilustrar el título.
Y ahora yo le pregunto : ¿ quién es nuestro Atticus Finch?
Saludos, mon ami.