Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte… sí, que cuando menos te lo esperes
te hallarás con otro de los Grandes, con don
Gaspar Llamazares ahora, tuiteando y arreglando el mundo
internacional, pues esto del Twitter
tiene mucho de tumultuoso baile de salón con súbito cambio de pareja al compás
de una nueva música. Uff, esta nada con ínfulas conoce días en que los Grandes, diríase que apiadados de
su irrelevancia, se complacen en al menos darle un poco de charla. Ahora verás,
lector, las ardientes ucranias sobre las que por la Red sobrevolamos Llamazares y yo, y verás cómo también
el transcurso vertiginoso de los hechos en sólo unos días pone en solfa las
opiniones.
En el principio Llamazares escribió:
-Los mismos que rechazan cualquier secesión en Europa, y que amenazan
con la salida de la UE, agitan la de Ucrania sin evaluar sus consecuencias.
Bueno, me pareció ésta de don Gaspar
una opinión desafortunada, basada en un paralelismo a mi entender falso, ya que
quienes aquí han tomado partido por la oposición ucraniana no abogan,
creo, por una partición de ese país,
situación aquella por otro lado difícilmente asimilable a la de las más
asentadas democracias occidentales. Podía además deducirse de la misma que
defiende Llamazares tanto el derecho
a la secesión aquí como el siniestro régimen de Yakunovich, figura que
cuando esto se escribía aún no había salido por piernas de Kiev con rumbo a Rusia.
Así es que allá que acudió esta nada al choque con el Grande:
-¿La secesión de Ucrania respecto a Rusia es lo que le molesta a usted?
Ucrania es un país independiente.
Venía yo a recordarle así sobre todo la memoria del atroz martirio que
históricamente ha recibido Ucrania
del Imperio Soviético –purgas, persecuciones, deportaciones, colectivizaciones
y requisas forzosas que acarrearon terribles hambrunas y que costaron millones
de víctimas de las que ninguna ley de memoria histórica se hace cargo-,
opresión y dependencia económica y política que el gobierno ruso actual a
través del régimen criminal de Yakúnovich,
cierto es que en elecciones votado, trataba de perpetuar. A lo que Llamazares,
pasado un rato, tuvo la gentil delicadeza de responderme, para sólo quizás
mejor precisar su primer tuit:
-La división de Ucrania es el riesgo, y un conflicto internacional.
Se puede en eso estar con él de acuerdo, aunque me parecía sorprendente
el comprobar que incluso los más aguerridos izquierdistas, tan propensos de
consuno a las efusiones grandilocuentes y milenaristas que todo parecen
cifrarlo en arrojados términos tipo el-Pueblo-unido-en-las-calles-y-en-lucha-por-la-dignidad-y-la-libertad-más-vale-morir-de-pie-que-vivir-de-rodillas-y-tal-y-tal
tórnanse cuando les peta gélidos y pragmáticos analistas, los mejores de la
clase en la impasible realpolitik cuando
toca. ¿Desde cuándo esa preocupación por la división de Ucrania, desde cuando
en los más férreos comunistas esa moderada prevención por evitar “un conflicto
internacional”? Desde el momento que les conviene, claro. Así es que me sentí
obligado a añadirle algo más a nuestra conversa:
-Pero la división de Ucrania quien más la alimenta es Rusia/Putin, no?
Bueno, ni que hubiera adivinado la nada que je suis lo que días después iba a ocurrir: la invasión de una parte
de Ucrania, Crimea, de mayoría
rusófila, por tropas rusas. Sólo que Llamazares
manteníase en sus trece y todavía un poquito más tras un lapso me escribió:
-Rusia y la UE. Los dos.
En ese fifty/fifty equidistante establecía él la cuestión, aunque el
toro pasado de los hechos parece darle a la nada interbloguera más razón en el
caso, creo. Es la integridad territorial de Ucrania por la amenaza rusa la que más parece ahora en cuestión.
Además, que no compartía yo ese fifty/fifty sobre el asunto, por lo que
pretendí un poco más agitarle a Llamazares
la conciencia:
-No son lo mismo una que otra, no difunden o les guían unos mismos
valores, ¿no? Lo ideal es cierta autolimitación de todos, ¿no?
Claro, el enraizamiento de las democracias en países sin esa tradición,
más que en la mera celebración de las elecciones, radica en la independencia de
la Justicia, y más allá, estriba en cierta autolimitación de las élites
políticas que haga posible el valor superior de la convivencia y la alternancia
pacíficas en el Poder. Eso quería expresarle yo a Llamazares, sólo que ya no tuve yo más respuesta suya, como lógico
en cualquier conversación entre uno de los Grandes y uno de la nada es.
LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
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