Tras la bromita sobre el 23-F quiso Évole enfollonar un poco a Don F, a Florentino Pérez. Y en el Palco del Bernabéu,
y luego en el suntuoso (aunque en minimalista clave) despacho de don
Florentino, en esos marcos repletos de ominosas reminiscencias sobre el Poder y
los Negocios, el juglar se coló.
Justo en ese tremebundo contraste
inicial de las imágenes entre el humilde desvalimiento material con que se nos
presenta el juglar (vaqueros pitillo, jersey gris sin camisa, zapatos de
baratillo y sobre todo la menestral trenka
con capucha… es decir, la indumentaria y el candor de un currela
del montón, las simbólicas connotaciones de proximidad y afecto que
establece así con la legión de sus seguidores –a pesar de los números en que Évole se mueve- que remiten en cierta
manera el prototípico Chaplin, a su
genial vagabundo) y el afelpado y confortable, diríase que blindado, confort
objetual que en el otro lado rodea al acaudalado Poderoso –actualizado, pero también en el fondo el Ricachón de los
films chaplinianos- en esa permanente antítesis simbólica tiene ya, sin decir
una palabra, cara a la mayoría ganada Évole
la partida.
No se entiende entonces muy bien por
qué Florentino Pérez acepta la
entrevista, que no es en directo, que puede por tanto ser “tratada”, –y el
conseguirla, el embarcarle en la cita, es un mérito indiscutible de Évole-, por grande que sea la audiencia
de la cosa, salvo que previamente se haya “acordado” una suerte de edulcorado tratamiento global
del entrevistado, que vemos luego a cuentagotas, pues Évole, bien preparado, reconozcámoslo, no dejará de restregarle ni
una sola de las controversias, sospechas y malevolencias que FP suscita.
No se corta ni un pelo de entrada Évole,
inquiriéndole en insólito desdoblamiento precisamente sobre el motivo que allí
a FP trae: “Florentino, ¿usted tiene ganas de hacer esta entrevista?”. Y en
efecto ya le desarma, porque FP se
encoge de hombros hacia atrás, arquea hacia abajo los labios, suspira… no sabe
ni qué decir. 1-0. Évole pasa entonces al ataque: “usted
sabe que yo juego aquí en campo contrario”. Sólo que esta vez la contra de FP es antológica: “No, el que juega en
campo contrario soy yo, usted sabe lo que me va a preguntar y yo no”. Toma,
toma, toma. 1-1.
Y aunque Évole, en Robin Hood del Pueblo, sólo que risueño,
afable, cálido, irónico, le saque uno
tras otro todos los asuntos turbios que a FP
puedan en los peores lodos enfangar (la Gurtel, las asiáticas riquezas de FP al lado de la miseria que hay en el
mundo, lo de Iberdrola, la recalificación de la Ciudad Deportiva, el préstamo
de Caja Madrid, la deuda de su empresa, el fraude fiscal…), se lleva un revolcón de campeonato. Lástima que
la inexpresividad, el tono mortecino, esa gris gestualidad tristona y desvaída
que gasta FP, en la televisión
vistos, oculten casi sus argumentos: “yo la satisfacción que tengo es haber
pasado de 70 empleados en el 83 a 200.000 hoy, por qué usted no piensa en eso,
usted cree que vende más decir eso, pero no es verdad… aquí transmitimos valores,
todo lo contrario de lo que usted dice… eso es un tópico… yo estoy en la élite
del que trabaja, en la élite del que genera trabajo… salgo de mi casa a las
ocho y cuarto y vuelvo después de cenar, cada día, nunca me ha importado, ni me
ha cansado… mi vida es el trabajo, yo es lo que he aprendido en casa, mi padre
no hizo más que trabajar… nunca he trabajado para ganar dinero, porque además
no lo sé disfrutar, me encuentro más cómodo trabajando que en la playa… eso no
ha estado bien, todos ustedes creen que son mejores periodistas haciendo estas
cosas, y no, usted siempre tiene malos asesores”.
Y es ya en el final, chapliniano cómo no, dónde se nos revela del todo
el tongo. Evoca, enternecido, FP, ante el admirado silencio de Évole, la conmovedora estampa:
“recuerdo a un niño que se me agarraba en Bogotá, de esos que los familiares
habían abusado de él, se me agarraba a la pierna y se venía, yo miraba así, me
lo podré llevar sin que me vean a Madrid y tal, eso no tiene precio, puede ser
hasta ridículo, pero cuando uno cumple años, lo de fichar a Bale está muy bien,
pero me llena mucho más lo de ese chaval, cuya cara aún no se me ha ido de los
ojos, y a eso me dedicaré”.
Si en las de Chaplin al final
la florista y el vagabundo se alejaban del brazo hacia el fondo de la pantalla
en fundido circular a negro, sabe de sobra Évole
que acabar así, emparejado con FP, mucho le perjudicaría ante su
clientela, que no sé yo si del tongo se ha coscado algo. ¿Cree por su parte FP que acaso uno solo de los millones de seguidores de Évole ha modificado en una pulgada,
tras la interviú, la animadversión hacia su figura? Como lo del 23-F, misterios
por resolver.
LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
(Resumen y análisis de la obra en estos enlaces)
154 pgs, formato de 210x150 mm,
cubiertas a color brillo, con solapas. Precio del libro: 15 Euros. Gastos de envío por correo certificado incluidos en
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“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones
del mundo” (Pessoa)
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