Muere de repente Paco de Lucía y muere con él otro de los Grandes, otra
magno creador, otra figura emblemática de una
Cultura Universal, la española,
qué él con su arte excelso contribuyó también a prolongar y a depurar, y en
cuyos latidos y acordes, en el sentir hondo que consigo transporta, todos nos
podemos reconocer y hacia los que todos debemos mirar como destino, como espejo
y como marco Ideal de lo mejor nuestro al que tender, eso es, tratar de parecernos cada uno de nosotros,
aunque sea de refilón, a ese inacabable
manantial de los más prodigiosos creadores que con Paco de Lucía crece, y tratar asimismo de que recordándolos, y
defendiendo esa Cultura, esos ecos no se amengüen siquiera.
Quién supiera hacer fluir el río de
rumorosas palabras que a la altura extrema de la música de Paco de Lucía acompañara, quién con las manos escribiera palabras
tan acendradas que no desentonaran mucho del caudal de riquezas que él a la
guitarra le descubría. Muere Paco de Lucía,
y quedamos apagados, un poco más sordos, un poco más solos.
(Termina también este febril Febrero, lector; dime, ¿Te gustó la
música que desenvolvió mi blog durante este mes? ¿Crees que soy merecedor
entonces de que me pidas tú el mío libro? Gracias
de corazón a quienes así lo habéis hecho, por, sin conocerme, valorar
mi trabajo e impulsar de verdad, con hechos, mi escritura, por quererme un poco. Lo pasé muy bien
escribiendo al calor y al amparo de cada uno de vosotros, presentes siempre en
mí vuestros nombres. El resto es ruido.)
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