Rafa es un músico joven, no
llegará a los cincuenta. Tímido, un punto retraído, noble en toda su persona,
también compone él temas propios. No
deja de acudir al Conservatorio
local, dispuesto siempre a seguir aprendiendo éste o aquel instrumento. Se gana
la vida tocando por toda España en
las fiestas de pequeños pueblos, con un grupo que forman tres, cuatro o cinco
integrantes, según manden el edil y el presupuesto del lugar. Hacen versiones
de las canciones de ahora y de siempre, pues han de aseadamente dominar ellos
pasodobles y boleros, rancheras y merengues, más los temazos de los cantantes cada año de moda, y dar así gusto a todos.
Les gusta la música, aunque sea la de otros, disfrutan haciéndola y hacen
disfrutar con lo suyo a la gente… Lo hacían, más bien.
Cabizbajo, me confiaba Rafa
el otro día su hondo penar, como si desplegara sólo para mí una balada bien
triste y valiosa a la vez que con directo dolor le saliera de las mismas tripas:
“…me
encanta la música, ya sabes, Jose… pero cada vez me da más asco salir a tocar… asco,
sí, no te puedes imaginar las que nos lían esos vándalos cabroncetes, en cada
pueblo peores que en el anterior… a ver, siempre ha habido un poco de cachondeo
hacia los músicos, vale, tienes más que asumidas las bromas… pero esto de
ahora, lo hemos visto poco a poco aumentar, no son bromas, son ofensas muy crueles… unos mierdas
borrachos y drogados hasta las pestañas que te hacen sentir a tus años, eso,
como una mierda… Empiezan por hacer botellón y armar bullanga a tope donde
tocamos, justo delante de nosotros mismo se ponen y dándonos la espalda ya de
entrada… Con la que lían consiguen que la gente más mayor se largue a los diez
minutos de actuación, y nosotros allí, subidos al remolque dándole a lo Ricky
Martin… empiezan a meterse a voces soeces con la cantante, a incordiarla, a
tocarla, se suben al remolque mientras tocamos y con sonrisa falsa tenemos que,
por favor, indicarles que se bajen… nos chillan entonces burlándose, se mofan
dedicándonos con las manos corazoncitos a lo gay como enamorados nuestros entre
risotadas y gritos a medio metro de nosotros… no te hablo de cuatro o cinco,
treinta tiparracos brutos como arados… y tú que tienes que seguir allí tocando…
se nos enganchan por momentos a los hombros, también del cuello a la cantante…
el otro día paré a medias la canción… o nos respetáis o no tocamos como pude
les dije… no quedaba allí autoridad alguna… empezaron a abuchearnos más,
borrachos y drogados como iban, a pillar ellos mismos los micrófonos… ¡amenazaron con zurrarnos! ¡Os pagan por tocar
y es lo que tenéis que hacer!... Tener que tragarte todo eso y mirar el
terminar como sea, contando las canciones que faltan, avergonzados, humillados
en lo más íntimo, en vilo además porque no se líe del todo, con el equipo, los
instrumentos y la mesa allí … un desastre, Jose, están acabando con las
orquestas, con los músicos, sólo quieren electrónica y bacalao… cada vez que
oigo la de las generaciones mejor formadas de la historia de España es que me
pongo malo… un desastre… ¿Y si te digo que esa panda de borrachuzos me da
miedo, que paso miedo delante de ellos? ”.
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