En la, a la vez grotesca y dramática, imagen del Balcón de San Jaime, casi un grabado de Goya en sí, a
la perfección se sintetiza la delirante obra de Artur Mas, riente. La risa de Mas
ha de leerse como lira que él allí tan ancho ante la gresca tocara, la lira
de un perfecto Nerón sobre la pira
de la realidad. Sólo faltaba en el balcón Karmele
Marchante, esa algo averiada Vicetiple de la Telebasura, musa separatista
de Mas que acaso, copia degenerada
de la otra, le cantara en la intimidad el happy birthday yu-yú.
Sólo en un territorio fuera ya de la ley española puede un Ayuntamiento
equiparar la bandera de todos y la separatista. Ese obsceno alarde de impunidad
y opresión, antes incluso de que hablen las urnas, ¿no es nítido heraldo de la
extorsión que viene? Mientras a su lado los representantes elegidos forcejean,
dos contra diez entre los insultos de la masa, muy seguro en su Poder, Mas se ríe: ¿se repara bien en la
brutal elocuencia de la imagen?
Ya en el culmen del cinismo –que es
el lenguaje dominante hoy- hemos de contemplar cómo los que quieren despedazar España pretenden a la vez explotar a
tope las ventajas que les pueda proporcionar la nacionalidad española: ¡Hatajo de sanguijuelas! El hereu de Pujol, la cachazuda marmota en el Día
de la marmota, mientras a su vera cruje todo, se ríe. Saca la lira y cántasela
otra vez, Karmele, cántasela.
Y estoy convencido también de que, si te gusta escribir, aunque sea sin
mayores pretensiones, mis HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS te servirán de
inspiración y te aportarán ideas, modelos, motivos, recursos y maneras concretas para que también tú –o a
quien pudieras regalarle mi obra- te atrevas a emprender la aventura de
escribir un libro.
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