A su lado Georges Sorel, el
ambiguo teórico del sindicalismo revolucionario, era un parvulito. En el
principio teníamos este impagable documento:
Mas, rayo que no cesa, ha querido el Líder Sumo de Podemos abundar de
nuevo en el meollo del cogollo del cebollo que presenta ahora nada
menos que como número 1 por Jaén,
elemento que fue hace un mes condenado a tres años y medio de prisión por
propinar un fenomenal palizón a un edil
socialista en 2012 en el transcurso de una protesta. Tampoco el propio PSOE
ha hecho casus belli de la cuestión,
las cosas como son. Imaginemos que fuera el susodicho cebollo un número 1 del PP, Imagine,
sí, el agit-prop que el orfeón del progreso hubiera aventado a costa de un
candidato palmariamente violento… y fascista, of course.
Pues llega P Ig, genio y figura, y dice que se siente
“orgulloso
de su cabeza de lista” -cabezón de lista mejor habría dicho-, y ya
embalado en la dialéctica legitimadora de las palizas, que “en el país de las cuentas en Suiza y
Andorra, la condena a un sindicalista, que es un ejemplo de la defensa de los
derechos de los de abajo, a mí me hace sentir solidaridad… en este país se hacen leyes que sirven para condenar,
para castigar a los que defienden los derechos sociales de todos, y yo estoy orgulloso de que la gente que los
defiende se identifique con Podemos,
orgulloso de estar con los que
luchan”.
Estas parrafadas mitineras en
metralleta son táctica habitual en la que son peritos los referentes de la
ultraizquierda –el otro día veíamos en una tv a Beatriz Talegón así también de desatada lenguaraz- en las que, como en una mascletá de ruido, polvareda y furia
demagógicas enmascaran la principal cuestión en debate: que ha puesto como
número 1 de Jaén a un violento elemento condenado por asestar una brutal paliza
a un oponente político. No te endosan tres años y medios por un empujón.
Además, qué razonares más
irracionales y tramposos: como existen Bárcenas, Pujol y tal (de la financiación
chavista, de la legitimación de ese Régimen hipercorrupto, del asunto Monedero no hablamos), es
justa y necesaria la violencia de los nuestros, que, porque lo digo yo,
se desviven por los de abajo, y que encima se manifiesta Él orgulloso de esa
lucha, es decir, de esa violencia.
Pues menudo exiemplo de
tolerancia y de virtudes cívicas nos propone ahora mismo el candidato podemita a presidir el gobierno de
España. Como ese cañamazo legitimador de su
violencia es plenamente coherente con el leninismo esencial que de fondo
–por él mismo reconocido- siempre le anima, que subordina siempre los medios a
los fines, cómo no pensar luego que sus pañitos calientes ante la Yihad, esa palinodia de las
bombas no resuelven nada, hay que dialogar, mucha empatía y tal y tal, no
son sino oportunistas y falsas invocaciones propagandísticas, engoladas
imposturas tras las que se ocultan, como a propósito de la brutal represión
chavista contra la oposición democrática se vio, la nítida justificación, al
por mayor o al por menor, de la violencia propia.
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