Convierten a delincuentes, drogotas y raperos macarras occidentalizados
en feroces máquinas de matar a mayor gloria de la Yihad. Les hacen creerse una purísima mezcla de héroes y de mártires, invirtiendo como
perfectos totalitarios con palabras falsas la desnuda realidad: ni lo uno ni lo
otro. Lo esencial del furor
psicópata de los yihadistas de París no es jugarse la vida contra una
instalación del Ejército francés repleta de militares o de Gobernantes, no: ametrallan a placer a ciudadanos de todas
las clases desarmados y desprevenidos que bailan en un concierto de rock o
acuden a un estadio o a la terraza de un bar, símbolos por excelencia de una
existencia civilizada.
Les ametrallan a traición, matándolos
o dejándolos para siempre mutilados, sahumando encima su Terror criminal con una
prédica previa falsa que en todo caso cabría dirigir contra Militares o
Gobernantes, hacemos lo que vosotros
hacéis en Siria. Algunos luego huyen, algunos cuando se ven perdidos van y se inmolan, arrastrando con su
propia muerte la de unos cuantos inocentes más.
Dicen los expertos del yihadismo para explicar el éxito de los
devotos cerebros islamistas captando yihadistas en Occidente: claro, es que les otorgan un sentido de
pertenencia, les hacen sentirse fuertes y dignos, les confieren unos
valores a los que aferrarse. Y cómo es posible entonces que a ninguno de esos
feroces rebanapescuezos, tan fuertes y dignos en su nueva y piadosa vida, le
haya dado por girar la cabeza contra esos siniestros gurús que como arcilla les moldean, hasta hacer de ellos
despiadadas máquinas de matar y de matarse, y simplemente formularles esta
cuestión:
“Oh, en el nombre de Alá
también te digo mi Imán, si después
de nuestra gesta nos esperan el
Paraíso y los ríos de miel de una existencia dichosa y sin final en la que una
legión de hermosísimas huríes nos lamerán con todas las artes imaginables el
cipote de nuestros atributos… por qué entonces no vas y haces la gesta tú, por
qué contra ellos me arrojas y te escondes luego tú, pedazo de Iman, dime”.
LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
A Armando, un cuarentón de
clase media, un buen día su mujer le señala la puerta de salida de casa. Ella
ha encontrado a otro más alto, más fuerte y más guapo que él. “Aprende a
quererte y los demás te querrán”, le sentencia. Descubre entonces Armando, de golpe, su minusvalía
emocional: un paria en la tierra de los afectos. Ha de salir y abrirse al
mundo. A un mundo que, por temperamento, le es ancho y ajeno. Cómo superar su
desconcierto, cómo sobrellevar esa zozobra, cómo suturar la herida… Cómo
aprender a re-armarse como persona. En las asombrosas peripecias humorísticas,
librescas y sentimentales que le suceden -discotecas dudosas, fatales mujeres,
rollizas peluqueras, un sofá misterioso y abrazador, un cartel de Comisiones,
un buzón en el que ya no figura tu nombre, la dentadura perfecta de Burt
Lancaster, el fiasco de una noche de verano, una chinita que hace como que toca
el violonchelo en el metro, una niña que juega en el patio a la rayuela
mientras otro niño la observa tras las cortinas y un tercero enchufa triples
como un descosido, una tía y su sobrino en la sagrada edad de la iniciación
erótica de éste, Nocheviejas agridulces, risas y humo, ginebra y música, un
amigo fiel, una mujer solitaria, otra mujer bella y propagandista, los
malentendidos en que consiste a veces la existencia, alguien del pasado que
reaparece para bien y para mal, un héroe local, el lío de un sms enviado por
error, unas navidades tristes, una Venecia imaginaria, un vikingo fenomenal, la
memoria de la emigración, un juego de dardos al límite, un padre y un hijo
paseantes y ofuscados, un ascensor y una comunidad de vecinos estrafalarios, un
cumpleaños insólito cantando a lo Sabina entre polacos…- en ese cúmulo de
emocionantes encuentros y desencuentros… ¿hallará siquiera a medias Armando su lugar al sol?
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