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viernes, 28 de octubre de 2016

Es que tardes como estas me dan vida, tío


(y 2)
   ...Caminamos un buen rato. Me contaba, incrédulo, episodios felices de su vida conyugal. Se le ensombrecía luego el rostro y arrastraba un poco más los pies. Entramos luego a un bar a echar un café. Rememoramos gloriosos episodios de la Facultad, ese trabajo sobre el Canadá que nos inventamos, las charletas de cine y de política en el Gatuperio, aquel infame pub, los minis de cervezorra y las bravas en el Cleo… el mejor perfume de aquellos años al que R. se aferraba como soga de auxilio que al náufrago tienden en medio del desastre. Claro, R., yo pasé algo muy parecido, necesitas tiempo, es normal que ahora te sientas así, lo peor que podrías hacer es quedarte parado y afligirte más… apúntate a lo que puedas, haz cosas, sal, sal de ti,  no te encierres a rumiar tu amargura… Le hablé luego de que había escrito dos libros, en parte también para, exteriorizándolo, escapar yo a todo ese dolor, ¿en serio?, y se le iluminó el semblante, los quiero, por supuesto, te los pido y te los pago desde ya, recuerdo expresiones escritas tuyas inolvidables de entonces, ¿te acuerdas de aquel minirrelato que nos hiciste sobre la mujer del de Relaciones Internacionales?, “y ya Gloria Inés retozaba indolente y jamona…”, se me quedó grabado, tío, los quiero.

   Y bueno, nos hemos vuelto a ver R. y yo cuatro o cinco veces más ya, y poco a poco va él digiriendo y encajando su hecatombe emocional, no arrastra ya tanto los zapatones al andar por el Parque del Oeste, y nos hemos dado, creo yo,  calor de mutua compañía y ánimo, y es que ocurre en la vida real como en la virtual de las redes sociales, entre los que te rodean y entre los del Facebook o Tw, que no todos los amigos en verdad lo son, -tantos, de mí se han olvidado- ni siquiera a veces quienes más lo parecen, y que unos cuantos, sin alharacas y en silencio, de verdad te demuestran su amistad y aprecio, y que la última tarde que le he visto, me dijo R., antes de tomar el autobús que lo devolvía a la sierra, ofreciéndome su mano y mirándome a los ojos… Jose Antonio, tardes como estas me dan vida, tío…  ah, y que estoy muy orgulloso de que un amigo mío, tú,  hayas escrito ese par de libros tan preciosos, lo son de verdad, no te lo digo como amigo, mi enhorabuena y mi gratitud completa, Jose Antonio, y bueno, no iba yo entonces a decirle a R. la verdad, que me daba corte, y que es que él a mí sí que me estaba dando vida, y que muchas gracias, R.    



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2 comentarios:

E dijo...

A la atención del escritor:

Este apunte de unas vidas en dos capítulos es...magistral. ¡Qué nudo en la garganta! ¡Arden las lágrimas y pugnan por salir! Pero se quedan ahí, emborronando la pantalla...

Esta música he escuchado después: “Forrest Gump Theme for my personal Jenny", perfecta para esas tardes que dan vida, el paseo por el parque, las confidencias llenas de dolor y amargura, los recuerdos, la esperanza y...esos gatos.

Buena tarde

E

José Antonio del Pozo dijo...

Muchas gracias, E, por sentir así, por expresarte así. Gracias tb por ese Forrest, me encanta. Buena tarde