¡Cuántos recuerdos, cuánta Vida nuestra con él, escuchándole, tarareándole, admirándole desde tan jóvenes! Se encarnaba en él y con él, se derramaba sobre él la Radio, la pura alegría de la radio, la mejor radio, la radio jubilosa como una música feliz que no tuviera fin, la que invoca y convoca, como los mejores libros, pero de la mano ahora de una voz, la imaginación enfebrecida de quien está al otro lado. ¡Cuánto imaginábamos a Pepe Domingo Castaño! Cómo, la radio no televisada entonces, lo investíamos con los mejores rasgos de nuestra fantasía desatada! Cuánto nos alegraba su voz, cantarina a menudo como riachuelo que brinca, amable siempre, cálida, amistosa, transmisora de dicha y de canciones joviales. Los 40, aquellas cómplices ruedas con los compis de las emisoras por las votaciones, la Publicidad cantada en fantástico carrusel como nadie luego. Tantos recuerdos. Un Comunicador. Descanse en Paz. (Como escribíamos ayer, sí, cada vez disparan más cerca)
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