Se me rompió la cremallera del vaquero. Se me desabrochaba la bragueta, claro. ¿Eres poeta? Pues… pues eso mismo se me vino a las mientes. Tuve que ir con el coche a la tienda de los arreglos, tan poquitas como quedan. Me dijeron, 11 euros, y por adelantado, el ponerte una cremallera nueva. Pero si por 15 puedo comprarme un pantalón nuevo, pensé. Luego me dije –el escritor sin Nombre, así de bobo es, todo lo mide en relación a su Obra-, fíjate, mi Libro de los Besos, que abrocha y desabrocha libres la imaginación y la sensibilidad, dedicado y puesto en casa, 10 e, y con un libro mío por ordenador más, 11 e, igualito que la cremallera. Levanté la vista, vi la tienda tan pequeña, el señor que la atendía, mayor que yo y algo desmejorado, sus ropas con brillos, sus gafotas de aumento… Le dije, venga, vale. El viernes la tienes, me dijo. El viernes tengo que ir a recoger mi pantalón con cremallera nueva.
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