Cuenta la célebre anécdota sobre el torero al que se “ligó” Ava Gardner, que, recién consumado el acto, saltó él todo apresurado del tálamo, y ante la sorprendida interrogación de la Diva desde las mismas sábanas, acertó a contestarle: ¿Que adónde voy? ¡A contarlo! A contarlo por escrito, acaso hubiéramos pensado quienes encontramos en la escritura, más que una opción, una forma de vida. (Cosa distinta es que, si hallamos eco a lo nuestro, lo difundamos o no). ¿A contarlo con pelos y señales? Ni hablar. A escribirlo ensalzándolo y haciéndolo único en su dulzura o en su tristeza, según como la cosa nos hubiera ido. A degradarlo, nunca. A, intentarlo al menos, ahondarlo y dignificarlo. Y eso mismo, con los episodios esenciales y recientes en la vida y en la obra mías, he intentado en este “MIÉNTEME, DIME QUE ME LEES”, que ahora te propongo.
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