Cantaba Sabina, desgarrado cronista suburbano, que “las niñas ya no quieren ser princesas”. Pues no, don Joaquín, esa estampa resultó falsa. Ahí al fin las tenemos, frente a frente, Princesa de Asturias y Princesa de la Telebasura,
princesas del Pueblo las dos, agarradas con firmeza a su respectivo principado,
venidas ambas desde los confines del Pueblo llano, -qué astrólogo alguna vez
hubiera podido aventurarles su fabuloso Destino- mutuamente reconociéndose en
su principal esplendor, fuerzas vivas del Hoy que se besan reoperadas, con un
Príncipe de sangre very blue y todo por complaciente testigo.
Está, pues, atiborrado de simbolismo el Encuentro de las Princesas. Anótese que, en astucia escenográfica
que al mismo Hegel hubiera dejado
turulato, tuvo lugar la confluencia en los alegóricos dominios de la Razón: en efecto, celebrábase el XV
aniversario del diario La Razón. Pero es que además son ambas dos criaturas por
excelencia del verdadero artilugio conferidor de poder social hoy: la televisión.
Es como si ante la crucial influencia de los media todas las
tradicionales jerarquías se inclinasen, como si a lo sumo tratasen de
incorporárselas, aunque más bien son los rancios linajes los que sirven ya sólo
de aderezo a las nuevas fuerzas sociales triunfantes.
Cuentan que iba la Princesa de la
Telebasura ataviada en un soberbio vestido de cóctel negro con preciosas incrustaciones a juego. Que, como corresponde a su real primacía y a los
relatos canónicos en los media hoy, había la Esteban toda la tarde ido
retransmitiendo el previo en su popularísimo programa. Que fue la Princesa de Asturias (y de los
telediarios) la que, adelantándose,
sorprendió a la escatológica Princesa del Pueblo: “Hola, Belén, cómo
estás”. Que se dieron ellas las manos entonces. Que, con buen tino (¿de Letizia?) no pudo Belén ya prodigarle la cortesana reverencia prometida, que hubiera
saturado, rozando de sarcasmo, el soberano encuentro.
Pero sobre todo lo que significa la chisporroteante irrupción de Belén Esteban en la conmemoración de
todo un sesudo periódico y su fulgurante presentación y reconocimiento de tú a
tú ante la de facto Primera Magistratura de la Nación es la ascensión,
legitimación y entronización de la
Telebasura ante las principales instancias sociales. Le voilá el matiz.
LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
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154 pgs, formato de 210x150 mm,
cubiertas a color brillo, con solapas. Precio del libro: 15 Euros. Gastos de envío por correo certificado incluidos en
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“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones
del mundo” (Pessoa)
1 comentario:
Y yo diciédole a las mías que aunque tengan dos carreras cada una y lo del inglés con título oficial y todo, que sigan estudiando mientras suena la flauta. Que no se preocupen que aquí estoy yo. Que toda la preparación es poca. ¡En LA RAZóN!
Cuando las putitas se hacen famosas y/o adineradas todo el mundo se prostituye ante ellas.
Don José Antonio, si así lo considera, puede usted borrar el post.
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