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jueves, 19 de noviembre de 2015

España y Francia, pequeñas diferencias

     


   Naciones antiguas ambas, vecinas comunidades de ciudadanos con una historia en común duraderas en el tiempo las dos, con legados culturales de riqueza universal la una y la otra, azotadas por los zarpazos del terrorismo ambas. ¿Por qué entonces estas diametrales diferencias? Es inimaginable, para empezar, un presidente francés que aseverara tan campante que la nación francesa es discutida y discutible. Es del todo impensable eso nunca, jamás.
   Y luego, no sé, no es que en Francia no haya partidos extremistas, haber háylos, pero sufren la masacre, reúne el Presidente en la Asamblea a diputados y senadores y, que yo sepa y haya visto, en señal de respeto y de reconocimiento absolutamente todos se ponen en pie ante él, formalmente vestidos y dispuestos, no se ve ni a un solo homo-agitprop-camisitensis, que hacen incluso de la camiseta un soporte de rastrera agitación demagógica que en sí niega el diálogo y restringe la civilidad, y, tras el minuto de silencio, a una todos, sin alardes particularistas del puño en alto o el brazo a la romana, empiezan a cantar el himno –con independencia de que lo del mismo y de la Revolución Francesa piensen-, esa canción que como nación unida y con voluntad de permanencia a todos los franceses simboliza.

    Y a pesar de las intervenciones armadas francesas allí no se ven pancartas ni manifas masivas, ni Figurones a coro gritando ¡ASESINO! a Hollande y a su partido… mientras en España amonestan ayer a un escolar en Baleares por decir, y así lo consigna expresamente la muy progresista profesora, viva España y viva el Rey. Y quizás sean esas las diferencias simbólicas que establecen a su vez la diferencia real entre una nación que se respeta a sí misma, sujetadas por esenciales puntales de convivencia que la inmensa mayoría respeta, valora y ejercita, y otra que por mera inercia y milagrosamente se mantiene, imbuida de una necia carrera centrífuga, de cuyo valor en sí muchos de sus miembros parecen sentirse ajenos cuando no contrarios, de lo que es cristalina expresión simbólica el hecho de que tras cuarenta años de democracia carecemos de una letra para nuestro himno –despreciada y afrentada incluso la música de este mismo por muchísimos-, de un texto que unidos cantar, que a todos, a pesar de las diferencias, emocionalmente nos vincule, que en el límite exprese el común reconocimiento entre todos de todos nosotros los españoles y la voluntad de permanencia de España y de su excepcional legado cultural.    





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1 comentario:

Jimena dijo...

Pues yo no entiendo por que no podemos cantar la letra de Pemán, es bastante buena y no hiere las susceptibilidades de nadie.
Claro que hay mucho burro que cree que es cosa de Franco, pero Franco no tiene nada que ver con esto ya que la letra es anterior a él.