Pues sí, al menos cuenta el escritor sin Nombre con personas, a la vez lectores y amigos virtuales -más reales que muchos de los que me rodean, no creas- que aprecian de verdad lo que hago. Y reconforta y alienta de veras
leerles las cosas tan bonitas que, sin necesidad alguna, se molestan además en hacerme llegar. Así Pilar Curbelo, a quien
no tengo el gusto de conocer en persona, que a propósito de mis dos libros, que
ella me demandó, tomó en sus manos las pinturas del corazón y esto tan precioso
en mi muro un día me dibujó:
“Y qué buena escritura, que lees y lees, y te metes en los personajes,
te olvidas de la vida misma para sumergirte en nuevas historias, en tus
historias, José Antonio, que te hacen olvidar tus propias penas y alegrías para
compartir otras.”
Pues palabras y gestos como el tuyo, querida
amiga, le abren a uno el horizonte, le regalan alas y son viva transfusión de
vida. Y para un escritor sin Nombre como
yo, cuya humilde suerte como escritor pende y depende, pues expone parte de sus ahorros
en el empeño, de que un puñado mínimo de lectores-amigos le presten su impulso,
es justo esto lo que de verdad le anima a seguir en la diaria porfía de la
escritura, y a brindarla esperanzado et
amore aquí, oui. Gracias, Pilar.
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