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Les ha venido el pato que ni pintao. Verbalmente racista y violento,
archiexplotador capitalista, enemigo de lo público, machista… tenía todas las
papeletas –como si fuera el único, como si Putin,
Maduro, Erdogan, Castro, Kim il Jong, Assad y tal y tal no estuvieran ahí,
como si en EEUU no hubiesen instituciones- para sin esfuerzo construirle como
el muñecote del Gran Criminal al que Odiar,
y llamarle mil veces ¡FASCISTA!, que
es vocablo resonante que les pone mucho regurgitar, en torno al que unir las fuerzas del Progreso…
neocomunista, menudo progreso.
Estaba el antiamericanismo cerril con Obama en astuta hibernación, por más que liquidara éste a Bin Laden, que planificara la desastrosa primavera árabe –bombardeos colaterales
incluidos- y que pugnara por extender los programas globalizadores del capitalismo genocida, pero no era cosa de
criminalizar planetariamente al primer presidente negro de la metrópoli
depredadora. En realidad, a quien con todas sus fuerzas aborrecían y a quien
sobre todo el fracaso deseaban los de la izquierda extrema era a Hillary Clinton, para ellos símbolo por
excelencia del Establishment y
principal obstáculo a la virulenta polarización ideológica que aquí y allá
ellos persiguen.
Vamos, que tanto el cuerpo como el cálculo egoísta les pedían el triunfo
de Trump, que sorpresivamente se
produjo… ante el que ahora, muy hipócritamente, toca borrar las pistas… y hacerse las víctimas. Como la Historia, a modo
de tebeo básico además, la escriben ellos –la Derecha, sus Líderes y bases, de
la palabra pasan- es fácil imaginar
el perfil heroico con el que ante los siglos venideros as usual se adornarán.
Dejemos al menos en este mísero blog constancia de las pistas comunes
que a Trump y a la izquierda extrema
–esta coincidencia de fuerzas de signo extremista contra la democracia
representativa nada nuevo en la Historia es-
unieron: el considerarse
anti-sistema, la común apelación a la más rastrera demagogia y a las emociones
más primitivas de los individuos, el amplio programa neokeynesiano, la férrea
oposición a la liberalización del comercio internacional y la defensa de un
proteccionismo galopante.
Toca ahora el disimulo y la negación de todo esto. Aparecido en el
Poder el pato Trump, leña al mono
del antiamericanismo más obtuso, que es reclamo facilongo que por aquí nunca
falla.
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