Anoche mismo, sobre la pantalla del ordenador, terminé de leerme (qué bonito este reflexivo, esa
auto-escisión personal, como si la parte activa de uno le hubiera estado, sólo para
el deleite de la “otra”, cada día un
buen rato leyéndole a esa más pasiva) una obra preciosa. Sobre tres adolescentes,
que serían clonados, mas clonados entre sí enamorados, valgan por esta vez tantos “hados”.
Muy hermosa. Muy triste. Muy bien escrita. Leer BUENOS LIBROS nos afina la sensibilidad -que tiene, eso es, mucho
de instrumento musical pletórico-, nos abrillanta el espíritu, nos aguza y
aquilata las capacidades más nobles con que contamos, esas que nos permiten
percibir el Bien y la Belleza retumbantes en cuanto nos rodea. Nos embrutecemos
inexorablemente si no las cultivamos, claro. Esta obra que con pena anoche
acabé, me dejó encantado. Y estoy completamente SEGURO ahora que de haberla leído en forma de LIBRO/LIBRO, con sus hojas y sus lomos entre mis manos, mucho más
aún me hubiera gustado, mucho más conmovedora y deliciosa sin duda alguna me
hubiera resultado la experiencia lectora. ¡Cuántas veces, suspirando con los
ojos cerrados, triste pero feliz, feliz pero triste, conmocionado, no habría
acariciado esas páginas, cuántas sin quererlo no me habría acercado al corazón
ese tomo, esos personajes, esa escritura! ¡Que más intensas confidencias, que
más íntima y densa conciencia de los mismos no me habrían salpicado bien dentro
así! Imposibol todo eso con el
ordenador, claro. Así es que pero que ya me lo estoy buscando como LIBRO/LIBRO. Para releerlo así. Para
tenerlo entre las manos. Para tenerlo conmigo. Para estrecharlo con mi persona.
Para que me acompañe siempre.
Y estoy convencido también de que si, aunque sea sin mayores
pretensiones, te gusta escribir, mis VEINTE
RELATOS DE AMOR Y UNA POESÍA INESPERADA te servirán de inspiración y te
aportarán ideas, modelos, motivos, recursos
y maneras concretas para que también tú –o a quien pudieras regalarle mi obra- te atrevas a emprender la
aventura de escribir un libro.
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