Hace unas noches me asomé a un concierto que daban por la tele.
¡Guau! Tan mastodóntico, electrizante y
apoteósico que, sin ser demasiado fan del cantante y compositor de marras, a
pesar incluso de transcurrir sobre una pantalla y retransmitirse grabado, resultaba peliagudo el
sustraerse a aquel inmenso éxtasis colectivo. Miles y miles de almas atiborraban
el monumental estadio, por completo entregadas a su Artista. Se conocían de
principio a fin, y exaltadas le cantaban y bailoteaban cada palabra, cada nota
de sus canciones. Cada cosita que él entre tema y tema les soltaba, se la
celebraban y jaleaban enardecidos, presas aquellas mesopotámicas multitudes de
una adoración más que religiosa, por voraz y omnímoda, brutal, TOTAL. La banda
que para él tocaba, más que arropándole, a su arte doblegada, era tan numerosa
y completa como virtuosa en cada uno de sus músicos. Además, a cada rato, entre
el consiguiente estallido de júbilo del inmenso gentío, sobre el escenario
comparecían otros grandísimos intérpretes, que en público proclamaban el
inmenso honor y placer que para ellos era marcarse un “dueto” junto al artista
principal, de cuyas enormes cualidades artísticas y humanas ellos rajaban y
casi no paraban. Con él cantaban una de sus canciones, y a él en frontal abrazo se fundían al
terminarla. Otro luego, y luego otro. Dos horas y medias largas así, sin que la
multitudinaria “deliquio” por un instante decayera, te lo juro. La moderna
tecnología de las retransmisiones, con sus trepidantes planos de conjunto –aquella
ingente muchedumbre eufórica-, pero también de detalle –sólo ahora los arrobados ojos de
una joven- permitía dar cuenta cabal y
vivísima de todo aquel Superespectacular Acontecer. También de que el sonido
por cada rincón del Estadio rayara la perfección. Sé que Conciertazos como este de que te
hablo, protagonizados por otros músicos, son bastante frecuentes ahora. Cuando
pude más tarde tomar un mínimo de distancia ante todas aquellas abrumadoras
imágenes, que eran bien reales, pensando en ese Grandioso Artista tan así venerado, me dije… uff, lo dificílismo
que debe ser, después de una Experiencia así, el no creerte un Dios, el no
volverte rematadamente tarumba.
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