Mi libro, mis 111 Rosas, puede empezar a leerse y dejarse por cualquier parte. Así lo ideé. Ideal para los tiempos convulsos que vivimos, digo yo. Cada rosa cuenta, es preciosa en sí. No es preciso recordar al detalle lo que dice la página 20 para disfrutar la 150. Su continuidad y su coherencia temática y emocional, su impresión e influjo llegan por decantación, por destilación, por la reverberación emocional de unas rosas sobre las otras, en ramo, que así sí se interconectan e interpelan todas, como sucede con un gran mosaico que puedes empezar tú por donde quieras, que se va poco a poco conformando también dentro de ti, y que, al colocar la última pieza, sea esta la que sea, descubre y revela la totalidad de su figura y de su paisaje. Lo único que le pido al lector es que, cualquiera que sea, empiece una de estas 111 rosas, a veces mínimas, a veces máximas, siempre por el principio y no la suelte, esa rosa, hasta el final, esto es, que la saboree en su integridad. Sí, porque, no se puede dejar una rosa a medias, no se puede dejar un amor a medias, no se puede dejar a una persona a medias.
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