Desentrañando con brillantez las
claves escritoras de Dickens anotaba
el otro día en su blog Andrés Trapiello
–uno de los escritores que yo más admiro-: “Tiene en mente (Dickens) la sociedad a la que va dirigida, millares
de hogares ingleses que al llegar la noche no tienen otro entretenimiento que
ese en el que una persona lee al resto de la familia, junto al fuego, las
entregas de una novela”.
Se imagina uno al momento la estampa, en sí sola ya idílica y venerable:
la noche, el fuego, la familia reunida, una novela, una voz por lo alto, el
aura de esa común atención concentrada –a la vez cada uno montándose en la
mente su propia película de la historia- gravitando sobre la sala.
Pensar en trasplantarla a los días del hoy, pese a ser materialmente
posible para más gente mucho más que nunca, mueve a la risa por su nula
posibilidad. Nevará antes el próximo verano. No creo, además, que fuese ese el
único entretenimiento al alcance entonces para aquellos miles de ingleses. Por
el motivo que fuere, se traslucen en esa imagen, en esa puesta en común de un
producto cultural digno, prestigiado en sí, unos valores y unas creencias hoy
ya en detritus. Exige también esa práctica de sus partícipes una autocontención
y una cierta facultad imaginativa y receptiva, un rico mundo interior capaz de
hallar disfrute y mejora personal en ceremonial tan precario, cualidades todas
ellas para nada despreciables.
Podríamos comparar ahora la lectura de las novelas de Dickens con los modernísimos
entretenimientos nocturnos de millones
de ciudadanos contemporáneos. Lectura de “Oliver
Twist” versus visionado del “Sálvame
de luxe”, vamos. Incluso en los colegios e institutos, ¿resistirían “las
generaciones mejor formadas de la Historia” una prueba de fuego dickensiano
así? ¿Vamos entonces hacia delante o hacia atrás en lo que a la consideración y
al respeto hacia los bienes culturales –hacia el libro- por parte de la mayoría
se refiere? ¿Qué queda hoy de aquella pura devoción colectiva hacia los libros?
Bueno, Jorge Javier Vázquez ha hecho
también un libro, sobre su dickensiana infancia, sí.
LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
154 pgs, formato de 210x150 mm,
cubiertas a color brillo, con solapas. Precio del libro: 15 Euros. Gastos de envío por correo certificado incluidos en
España. Los interesados en adquirirlo escribidme por favor a josemp1961@yahoo.es
“No soy nada, no quiero ser nada,
pero conmigo van todas las ilusiones del mundo” (Pessoa)
8 comentarios:
Muy bueno, José Antonio, tu artículo. Espero que no te moleste que lo quiera enlazar en la última entrada de mi blog, ya que para felicitar la Navidad se me ha ocurrido colgar el "Cuento de Navidad" de Dickens y creo,que para mis alumnos este artículo puede ser muy interesante. Feliz Navidad, con Dickens o sin él. Con éste, mejor que mejor.
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……..|░░░|☆ Feliz _(♥)_
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*♥*.MaRiBeL.*♥*
Vamos hacia atrás en picado, amigo José Antonio. De los institutos y universidades, olvídate: están todos dale que te pego al puto iphone, 20 horas al día.
Saludos y feliz lo que sea.
Volver a los viejos hábitos, eso es sentarse en la camilla y leer un libro a la familia, a veces la Biblia o algún devocionario o la ultima novela por entregas que también habían.
Eso es parte de la historia que algunos ya mayores vivieron en su infancia, cuando no había television, ya eso paso y ahora todo va unido a la tecnología, hay que editar por Internet y llegar a un acuerdo económico con las firmas que lo patrocinen..saludos...
Muchas costumbres se han esfumado, como también han desaparecido las chimeneas en el interior de las casas, aglutinando en su entorno a los miembros de la familia, en actitudes y usos que han quedado como estampas idílicas y románticas de un tiempo pasado.
En cuanto a la lectura, colectiva hay actualmente nuevas formas: talleres de lectura con debates sobre la obra leída, diálogos con escritores sobre sus libros y el hecho narrativo, etc. Y en el mundo infantil y escolar, aparece la figura del "cuenta cuentos", quien además de narrar historias a los niños, las lee también, en ocasiones, con profusión de matices en la entonación y gestos para hacerla más amenas y deseadas.
A las puertas de la Navidad, interrumpo mis visitas unos días, no sin antes desearte lo mejor para estas celebraciones y para el Nuevo Año que va a comenzar.
Un fuerte abrazo.
No puedo con JJ Vázuqez...y sí con una lectura pausada en alto junto al fuego Un beso Jose Antonio y felices fiestas
Aunque fuera al amor de la radio la familia reunida... hoy somos alemanes, cada quisque en su habitación con su tele o consola, siquiera cenamos juntos, como para contar un cuento.
Un abrazo
Recuerdo aquellos momentos alrededor de la mesa junto a la radio, escuchando en voz baja Radio Andorra. No sin antes haber tenido la charla cotidiana mientras cenábamos, aunque sea de mala educación hablar mientras se come.
¡FELICES FIESTAS!
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