Creo en vos, arquitecto, ingeniero, artesano, carpintero,
albañil y armador, creo en vos, constructor de pensamiento, de la Música y el
Viento, de la Paz y del Amor. Cómo si no, a la vista de sus incontables Poderes, no
demandar la presencia del ex-presidente Zapatero
en la Campaña.
La malanueva de que el Tribunal de Cuentas había detectado irregularidades contábiles en la construcción del AVE a Barcelona –van por diez los detenidos- nos ha dejado a cambio la buenanueva de la remembranza de otra gloriosa fazaña que el fáustico aliento del impar Zapatero, nunca suficientemente ponderado, en aquellos días obró, y que merece por lo mismo la alta luz de lo cantábile.
Como a propósito del asunto ha recordado la canallesca (Libertad Digital 7-5-14) el propio Zp in person se ocupó, en el transcurso de una recepción con
simples ciudadanos- de referirles la Gesta, y así nada menos que EL PAÍS para todos y para siempre lo
imprimió. Contengamos pues la respiración que, por inaudito que nos parezca, el
Presidente dijo y así apareció publicado:
“Una de las experiencias que no
imaginaba que viviría como presidente es convertirme
en ingeniero de obras. (¡Zape! El candoroso anuncio de la metamorfosis
ya promete maravillas) Cuando tuvimos el
lío (¡y tanto! el lío del montepío, ya te digo) del AVE a Barcelona,
en la que a una constructora se le hunde un túnel, todo acabó en mi despacho,
encima de mi mesa. (¿Por qué? No parece tan trascendental en principio el
asunto para acabar ahí). Asegura Zapatero que tuvo que aprender a
velocidad de vértigo cuestiones básicas de ingeniería para decidir cómo salir
del desaguisado. (No se duda de la inteligencia extraordinaria del
Presidente para empaparse al instante de las ecuaciones más trigonométricas y
enrevesadas, pues es conocido que se acumulan sobre Él la sensibilidad del
poeta más el matemático cerebro del científico, ingeniero de almas, desde
luego, ingeniero de canales, puertos y caminos también, pero… ¿para qué
entonces pagamos a tantísimos expertos?)
“Al final decidí entre dos
opciones de dos constructoras diferentes sobre cómo arreglar aquello… Me llevó
muchas horas de desgaste (hasta los prodigios llevan, claro, su tiempo). Fueron dos o tres días en los que tuve que
decidir, con dos constructores en mi despacho. Y, bueno, intuitivamente decir: por aquí vamos a hacer esta obra. Y salió
bien. Es lo que a veces pasa: tienes todos los técnicos… pero cuando se monta
un lío, ni técnicos ni nada”.
¿Resulta o no sensacional la soberbia
auto-revelación que acerca de la toma de decisiones zetapeicas aquí contemplamos?
Tal portento, ni por el fino espíritu
analítico de Weber pudo ser
avizorado. De lo contrario, junto a la “ética de la convicción” y la “ética de
la responsabilidad” en que cifró él debatirse del gobernante en acción, con
gusto hubiera apuntado esta “ética de la intuición” que aquí de forma vibrante Zapatero reivindica. ¡El presidente de
la décima potencia económica del mundo decidiendo, él solito e intuitivamente, el trazado de una línea ferroviaria
medular! Ni técnicos ni nada. ¡Y
salió bien!
Esta Titánica apología del Yo Presidente, en virtud de la cual los técnicos
embrollos más peliagudos del gobernar se humillan ante la Poderosa Intuición
del Cargo, cuyo despliegue soberano al mismo protagonista parece sorprender, es
por lo demás coherente con la autofantasmagoría que –a propósito de la búsqueda
de ministras con glamour que Cesar
Antonio Molina apuntara- a lo gran Gatsby,
a nuestro humilde juicio, en Zp
titilaba (post 13-5-14): en su incesante busca del Absoluto, toda contrariedad
ante el gran Hombre se inclina, sin duda iluminado por el destino.
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